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jefes de taller 1. Bendito sea el Señor que ha
permitido nos encontrásemos juntos en esta
fiestecita y nos ha dejado vivir para que
pudiésemos trabajar siempre y prepararnos la
eterna salvación de nuestra alma. Esta debe ser la
finalidad de todo salesiano y su continuo anhelo.
Con el nombre de Salesiano entiendo englobar
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todos los que fueron educados según las normas de
este gran Santo. Por consiguiente, todos vosotros
sois también salesianos.
Os invito para el próximo año a una reunión
como ésta y espero que vengáis todos vosotros y
que yo esté también. Este es mi deseo y ésa mi
intención. Sólo queda por ver si el Dueño de la
vida piensa como pensamos nosotros. Digo esto
porque tengo varias cosas que deciros para el año
que viene, pero que se cumplirán durante el año en
curso y estoy seguro de que os alegraréis por
ello.
Está, en primer lugar, la iglesia del Sagrado
Corazón de Jesús en Roma. Es ésta una empresa
colosal que me cansó mucho por las graves y
continuas preocupaciones y me obligó a doblarme
bajo el peso de los enormes gastos. Había que
encontrar veinticinco mil francos cada mes. Pero
ahora las obras de la iglesia están ya muy
adelantadas, se trabaja con intensidad en el nuevo
hospicio y espero poder ilevar a cabo todo para el
próximo año. Y, puesto que hablo de la iglesia del
Sagrado Corazón, ya sabéis que he organizado una
gran rifa para hacer frente a los gastos que
aumentan cada día. He contado también con vuestra
caridad y, por tanto, os enviaré un pequeño número
de boletos. Repartidlos entre la gente; quedaos
con ellos, si vuestra bolsa os lo permite, y, si
no podéis quedaros con ellos, devolvédmelos, pues
os lo agradeceré igualmente. Lo que os recomiendo,
es que me ayudéis de la manera que podáis y
sepáis, a llevar a cabo la empresa que me confió
el Sumo Pontífice León XIII.
En segundo lugar, os diré que el cólera hace
estragos en países no lejos del nuestro y también
tememos que tal vez invada nuestras provincias.
Por esto, os sugiero un fácil antídoto contra este
mal. Consiste en una medalla que lleva grabado el
Sagrado Corazón de Jesús en el anverso y en el
reverso la imagen de María Auxiliadora. Llevad
esta medalla al cuello, en el bolsillo o en la
agenda; basta que la tengáis encima. Al mismo
tiempo, repetid cada día la jaculatoria María
Auxilium Christianorum, ora pro nobis. Si lo
hacéis así, estad tranquilos y seguros de que la
Virgen hará patente su poderoso patrocinio. Me
gustaría que observarais atentamente si cae
enfermo de este contagio uno solo que tenga encima
esta medalla. Id también con valor a asistir a los
enfermos en las casas, en los hospitales y en los
lazaretos y no temáis.
Además, es necesario recibir a menudo la santa
Comunión. Pero hablando a sacerdotes, que celebran
la santa misa cada día, esta exhortación es
superflua. Más bien os exhorto a que lo digáis a
los demás, porque aquí está la raíz de la
devoción. Teniendo limpia el alma, todos pueden
estar seguros de no ser atacados por ninguna
enfermedad.
Esta práctica de llevar la medalla, rezar la
jaculatoria y recibir los sacramentos, no es sólo
para que la observéis vosotros, sino para que la
propaguéis en todo lugar entre vuestros parientes,
amigos y conocidos, y sirva a todos de antídoto
contra el cólera.
El Señor quiere sacudir las conciencias con
este despertador. Predicad, pues, también esta
devoción desde el ((**It17.178**))
púlpito. Puede que a alguno le parezca extraño,
atrevido y hasta ridículo; recordad que, ante la
muerte, cesan las risas. Os diré que,
1 Con los eclesiásticos se encontraban también
algunos seglares, que no habían podido intervenir
con sus colegas.
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