((**Es17.157**)
turbios y mundanos momentos, como arco iris
conciliador de piadosos, castos y nobles
pensamientos! íCuántas veces el recuerdo de un
Padre tan grande detuvo al hijo al borde del
abismo de la culpa y de la deshonra! íCuántas
veces el ánimo agriado, dolorido, profundamente
dolorido, sintió nuevas fuerzas al acordarse de
ti, y la mente y el corazón se abrieron a
pensamientos más serenos, al santo gozo de la
esperanza cristiana! Eras tú, eres tú, nuevo
Felipe, quien sostenías y sostienes de esta suerte
a tus hijos. Ojalá que siempre seas obedecido e
imitado por todos tus hijos. íQue todos nosotros,
multiplicados por miles te veamos, en el suspirado
cincuentenario. Y aquí tus hijos, los del Antiguo
y los del Nuevo Mundo puedan entonces también
deleitarse con tu amable ((**It17.176**))
semblante, besar tu sagrada y benéfica mano y
decirte que te quieren y que por ti aman al buen
Dios, del que eres tan bella imagen.
Y tras el hinchado, pero sincero y eficaz,
decir del orador, se oyó la palabra sosegada y
paternal de don Bosco que escuchó en religioso
silencio el bullicioso auditorio, interesado hasta
el final.
Estoy muy contento de que hayáis venido a pasar
esta jornada conmigo y os agradezco todas las
muestras de afecto que me habéis dado. Decid a los
que no pudieron acudir a esta nuestra reunión que
también a ellos les doy las gracias, que los
invito de nuevo y que vengan otra vez. Repito que
os llevo a todos, a los sacerdotes y a los
seglares, en el corazón; a todos os considero como
hijos queridos y os agradezco lo que habéis hecho
y haréis por mí.
A vosotros en particular os diré que el
Oratorio, como puede verse, es bendecido por el
Señor. Nos llaman de todas partes y habría que
centuplicar el personal para atender a todas las
peticiones. Los muchachos, salidos de nuestra
casa, son los preferidos cuando concurren con
otros para ocupar cualquier puesto. Hay incluso
algunos, que no parecían tan buenos aquí entre
nosotros y ahora, en los pueblos donde se
encuentran, se portan excelentemente. Los hubo de
carácter reacio, indolente, fogoso; y, sin
embargo, cambiaron completamente de conducta al
pensar que eran hijos del Oratorio. Sé de uno, que
fue despedido del Oratorio, el cual ha hecho un
viaje larguísimo a pie para volver a Italia.
->>Y por qué no te las arreglas por ti mismo
para llevar una vida más cómoda?, le decían
algunos.
-No tengo dinero, contestaba.
-Busca la manera de ganarlo; medios no
faltan...
Y contaba él después:
-Tuve muchas veces ocasión de poderme quedar
impunemente con lo ajeno, pero siempre pensé: no
quiero deshonrar al Oratorio.
Y así recorrió doscientos kilómetros a pie.
Esto es solamente un hecho; pero hay muchos otros
similares que nos han producido una gran
satisfacción. Ciertamente el amor propio habrá
tenido su parte, mas no por ello es menos feliz el
resultado.
Y ahora hablo para vosotros, párrocos,
vicepárrocos, sacerdotes, clérigos, empleados,
(**Es17.157**))
<Anterior: 17. 156><Siguiente: 17. 158>