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((**Es17.156**) e invitó al catecismo. En verdad eran auténticos representantes de los veteranos de la primera hora. íQué bonito, qué agradable y qué edificante resulta recoger hoy el eco lejano de aquellas periódicas demostraciones filiales! También en la comida de los antiguos alumnos eclesiásticos resonó elocuente la voz del corazón. Don Félix Reviglio, párroco de San Agustín, pronunció unas emocionantes palabras. -Soy feliz, dijo, y estoy orgulloso por encontrarme al lado de don Bosco. Estoy seguro de que todos vosotros me envidiáis por el puesto que ocupo. Cada uno de vosotros querría ciertamente estar en mi lugar. Pero es muy justo que se me dé esta preferencia, porque soy uno de los primeros muchachos del Oratorio y fui el primero que llegó a ser ordenado sacerdote. Siempre recuerdo que, cuando éramos pequeños, le rodeábamos y corría él con nosotros. Hoy me considero más feliz todavía, no sólo por estar a su lado, sino por lo que acabo de oír de sus labios. Le he preguntado: -Don Bosco, >>cómo podríamos recompensarle por todo lo que ha hecho y sufrido por nosotros? ((**It17.175**)) Y me ha contestado: -Llamadme siempre padre y íseré feliz! -íSí, le llamaremos siempre nuestro padre!, fue el grito unánime de los oyentes. Don Juan Bautista Francesia regocijó a los convidados con unos versos en piamontés. Habló después otro de los más antiguos, el canónigo Ballesio, vicario foráneo de Moncalieri, y dijo: -íAh! Ensalcen otros a los grandes escritores, que legaron a la posteridad las grandes empresas; yo ensalzo al que escribió y escribe la ley santa del Señor en el corazón de tantos hijos y amigos suyos. Ensalcen otros a los artistas, que dieron vida a los lienzos, a los mármoles inmortales; yo ensalzo al que hizo y sigue haciendo más bella y más digna la imagen viviente de Dios en tantos hijos y patrocinados suyos. Ensalcen otros a los valientes guerreros, a los sagaces políticos; yo ensalzo al que honra a la patria con sus pacíficas e inconmensurables empresas dándole útiles, honrados y dignos ciudadanos. Sí, yo te ensalzo a ti, querido don Bosco, ángel de nuestra vida; a ti, a quien yo y muchos amigos míos debemos el pertenecer a la noble carrera eclesiástica. Te cantamos a ti, cuyo bendito recuerdo sigue grabado en nuestra mente, esculpido dulce y fuertemente en el corazón. Te festejamos a ti, cuyo nombre suavísimo es como el nombre de Dios, que ilumina en las dudas, alienta en los peligros, frena en los enconos, estimula a obrar bien. íCuántas veces nos aparece tu imagen, en los (**Es17.156**))
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