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el triunfo de tus innumerables buenas obras y
vengamos nosotros y nuestros hijos ((**It17.172**)) aquí
al oratorio de San Francisco de Sales, te
volveremos a encontrar siempre, porque aquí estará
siempre tu espíritu y podremos repetir al
atravesar estos umbrales: <>.
Los recuerdos ofrecieron también mucha materia
a Gastini, el encuadernador y juglar desde niño en
las fiestas de familia. Compuso un poema, que
constaba de prólogo y seis partes y lo leyó
deshaciendo un rollo de papel de medio kilómetro
de largo. Cantó los tiempos pasados, presentes y
futuros; cantó a vivos y muertos, a enfermos y
sanos, a presentes y ausentes, a Europa y América,
a don Bosco y a la Congregación Salesiana y acabó
dando gracias al Cardenal Arzobispo por su amor a
don Bosco y a sus hijos. Hubo risas, lágrimas y
aplausos 1.
Después de hacer la colecta para la misa
solemne de difuntos, en sufragio de los antiguos
alumnos fallecidos, habló don Bosco y dijo:
Querría deciros muchas cosas, pero el tiempo
apremia y muchos de vosotros deseáis ir a vuestros
asuntos o a vuestras casas. Por consiguiente, os
diré poquitas palabras. Y, en primer lugar, os
diré que estoy muy contento de veros reunidos aquí
en este lugar; sobre todo, porque este año llegué
a tal punto de malestar y postración que creí no
podría volver a veros. Bendito sea Dios, que me ha
permitido encontrarme todavía con mis queridos
hijos.
Alguno de vosotros habló de mis bodas de oro
sacerdotales, que debería celebrar el año 1891, y
yo, desde luego, no rehúso encontrarme en aquella
época en la gran solemnidad; pero hay que tratar
este asunto, hay que contar con uno, que es el
dueño de los dueños, Señor de la vida y de la
muerte. Sin embargo, desde ahora os invito a todos
vosotros, para aquella fiesta, tanto más ((**It17.173**)) que
aquel año coincidirá con el quincuagésimo
aniversario de la fundación del Oratorio. Si Dios
nos conserva la vida, queremos cantar un Tedéum
muy solemne.
Pero una cosa por la que debemos dar
solemnemente gracias al Señor, y que constituye mi
mayor satisfacción, es que, adondequiera que voy,
siempre oigo buenas noticias de vosotros; en todas
partes se habla bien de mis antiguos hijos; todos
alaban esta nuestra reunión, porque es el
verdadero medio para recordar los avisos y
consejos que yo os daba cuando erais niños. Sí, lo
repito, esto me proporciona una gran satisfacción;
es la honra y la gloria de mis últimos años.
1 En cierta ocasión le había dicho don Bosco
para darle una prueba de su satisfacción: -Tú,
Gastini, serás el juglar de los salesianos hasta
los setenta años. -Gastini, satisfecho, solía
repetir después en sus poesías: -Yo seré el juglar
de los Salesianos hasta los setenta años, me lo
dijo papá Juan. Al acercarse a aquella edad, cayó
enfermo. Don Miguel Rúa fue a verlo. Como no había
ninguna gravedad, le manifestó la esperanza de
volver a verlo pronto en el Oratorio, alegrando a
todos con sus versos y sus cantos. El contestó:
-íAy!, No, don Rúa; no volveré al Oratorio: ítal
día entraré en mis setenta! Don Bosco me dijo que
seré el juglar hasta los setenta años: es hora de
que me prepare en serio. En efecto, pocos días
después de entrar en su septuagésimo año, murió
santamente (Summarium super virtutibus, XVII & 7).
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