((**Es17.150**)((**It17.167**)) -No,
déjalo; si da fruto, lo comeré.
El muchacho se consideró feliz, ayudó al ramo a
crecer y robustecerse y he aquí que, para san
Juan, colgaban de él dos hermosos tomates maduros.
Don Bosco ordenó que se los llevaran a la mesa,
mientras los numerosos comensales celebrasen con
él su día onomástico. A él le servía todo para
captarse santamente el afecto de sus hijos 1.
Parece que también sucedió este mismo año otro
gracioso episodio, que se refiere a la galería de
don Bosco; aprovechamos la ocasión para contarlo
aquí. Recuerden los lectores aquellas frondosas
parras que subían por la pared, desde el patio
hasta la galería, y sombreaban sus amplios
ventanales. Un sábado por la tarde, cuando el
Santo confesaba allí a los alumnos de los cursos
superiores, hubo un jovencito de cuarto curso,
Pablo Falla, que, esperando su turno de rodillas
ante aquellos frondosos sarmientos, entrevió en el
follaje un racimo que comenzaba a pintar; lo
arrancó y se puso tranquilamente a picar las uvas.
Distraído con su tarea y sin pensar en más, no se
dio cuenta de que el penitente, que lo separaba
del confesor, se había retirado ya. Don Bosco,
después de absolver al que estaba del lado
opuesto, se volvió a él para confesarlo. El
muchacho, con el racimo en la mano, se sonrojó y
farfulló unas excusas; pero don Bosco suavemente
le dijo:
-Tranquilo, tranquilo, acaba el racimo y
después te confesarás.
Dicho esto, se volvió del otro lado y siguió
confesando 2.
Después de la comida, el mal tiempo amenazaba
aguar la fiesta de la ((**It17.168**)) tarde;
es más, comenzadas las vísperas, cayó un aguacero,
que seguía todavía después. Ya no se esperaba que
se pudiera celebrar la fiesta en el patio. Algunos
iban a la iglesia para pedir a la Virgen que
acabase el mal tiempo, otros hasta pretendían un
milagro de don Bosco.
A eso de las seis y media, entró en el patio el
cardenal Alimonda en un coche tirado por dos
briosos caballos. El alegre entusiasmo de los
Salesianos no tuvo límites. Por la mañana, Su
Eminencia había enviado a un sacerdote para
felicitar a don Bosco; y entonces acudía
1 Aquel muchacho se llamaba José Grossoni; hoy
es el párroco de Moncucco de Vernate (Milán). Al
terminar el bachillerato, pidió consejo a don
Bosco sobre su porvenir. El Santo le contestó en
piamontés: -Tú serás carabinero-. Y, al verle
dolorosamente impresionado, le explicó sus
palabras: -Tranquilo, irás al seminario, serás
sacerdote y, así, hecho carabinero del Señor,
apresarás al diablo.
2 El joven Falla entró aquel mismo año en el
noviciado de san Benigno. Es sacerdote y vive
actualmente en Cavallermagiore (Cúneo). Más de una
vez se nos preguntó si las parras, que hoy
sombrean el apartamiento de don Bosco, son las
mismas de entonces. No. Aquéllas eran de uva
moscatel y se secaron poco después de la muerte
del Santo. Las actuales, de uva americana, fueron
mandadas plantar por don Miguel Rúa.
(**Es17.150**))
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