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como! la segunda, en medio de mis muchachos,
haciendo chiquillerías con ellos.
No sabemos el efecto que produjeron estas
palabras; pero don Bosco tenía el don de
conquistar hablando.
La conversación, que ha poco mencionábamos,
giró después en torno a los primeros tiempos del
Oratorio. íQué escenas sucedían aquellos años!
Como entonces era cosa lícita y que no
escandalizaba lo más mínimo, solía ir por tabernas
y cafés en busca de descarriados para llevarlos al
buen camino. Eran jóvenes tunantes y golfos,
encenagados en los vicios. En ciertos casos, los
que no conocían a don Bosco lo insultaban; pero
otros, que sabían quién era y trataban de
defenderlo a su manera, sacaban del bolsillo la
navaja y la esgrimían gritando (palabras textuales
repetidas por él y aptas más que cualquier otro
argumento para darnos a conocer hoy la ralea de
jóvenes que él buscaba): Shal_p del boia, it sastu
nen ch'a l'Š Dun Bosc cul Ii? Se ti' i't die
ancura quaich cosa, i't scanu (Asquerosos cerdos,
>>no sabéis que este cura es don Bosco? Si decís
una palabra contra él, os abro en canal). Y don
Bosco, metiéndose entre ellos, lograba encontrar
las palabras adecuadas para amansar a aquellos
energúmenos, de suerte que, poquito a poco,
insinuaba en sus almas pervertidas sentimientos de
humanidad, ((**It17.164**))
haciéndoselos amigos, dispuestos a escucharlo y a
desear volver a verlo.
Volver a ver a don Bosco varias veces al día y
poder hablar con él, en el confesonario, en el
patio, en el comedor o en su habitación, producía
la ilusión de que había recobrado la salud de
antes. Con esta ilusión, se hacían más alegremente
los preparativos para su día onomástico. Esta
demostración anual de afecto filial no perdió
nunca su encanto. Entre los ilustres personajes
que intervinieron sobresalían el año 1884 los
condes Colle y el príncipe Augusto Kzartoryski.
Gustó mucho en la velada de la víspera el
diálogo en verso compuesto por don Juan Bautista
Lemoyne y titulado: Augurios y esperanzas para el
año 1891. Era aquél el año de las bodas de oro
sacerdotales de don Bosco; en aquella ocasión el
domingo de la Trinidad, día de su primera misa,
coincidía exactamente con el veinticuatro de mayo;
hubiera sido también el cincuentenario del
Oratorio, que comenzó el día de la Inmaculada
Concepción de 1841 1. Don Bosco clausuró el acto,
dando las gracias a los muchachos y a las personas
que lo rodeaban y deseando una feliz fiesta a
todos. Refirióse después a las alabanzas que le
habían tributado y dijo que, por el bien obrado,
1 El diálogo fue impreso (S. Benigno, 1884).
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