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((**Es17.146**) -Se lo confieso, don Bosco; nunca la practiqué; más aún, ni creía en la confesión. -Pues bien, dígame que, a partir de hoy, la practicará; y prométame que la primera vez que nos encontremos en Marsella o en cualquier otra parte, me podrá dar la mano y decirme: He cumplido mi promesa. -Sí, contestó, se lo prometo; es más, añado que tan pronto como llegue a casa, me confesaré y se lo comunicaré a usted; y esto será dentro de pocos días. Mi palabra de honor... Don Bosco, si todos los sacerdotes fuesen como usted, todos se someterían fácilmente a la práctica de la religión. Y don Bosco corrigió: -Si todos se acercaran al sacerdote como usted ahora, nunca habría ninguno descontento de nosotros. -Aquel señor, concluyó don Bosco su narración, es el abogado Blanchard, noble caballero y de óptimo corazón. Estoy seguro de que mantendrá la palabra. Siguiendo la conversación, repitió el Santo algo que ya había dicho y redicho infinidad de veces. -Vienen a verme personas de lejanos países, llenas de aprecio y entusiasmo por mí, como si hubiese en don Bosco algo extraordinario, mientras yo me veo tal vez inferior a ellas en virtud. Con una sola palabra podría desengañarles y aun lo querría, pero esto redundaría en deshonra mía y del clero y perjudicaría a mis queridos hijos y a la Congregación Salesiana. Recuerdo siempre lo que está escrito sobre una tumba en la iglesia de Crea, cerca de Casale, que pertenece a los ((**It17.163**)) religiosos de santo Tomás: Fama fumus, homo humus, finis cinis (la fama es humo, el hombre es tierra, el fin es ceniza) 1. Pero, el día anterior, había salido un poco de su acostumbrado comedimiento. Entre los muchos que cada día se apiñaban en la sacristía para hablarle, hubo algunos que, nada más verlo, se echaron a reír sin poder aguantarse. Se imaginaban tal vez que iban a encontrar a un hombre alto y de aspecto imponente y, en cambio, veían allí a un curita flacucho y bajito. También don Bosco se echó a reír, y ellos siguieron riendo. -Señores, les dijo, >>se extrañan de verme así, tal como soy? Convendría que pudieran contemplarme en el colmo de mi gloria, sobre todo en dos circunstancias; la primera, a la hora de comer, íy qué bien 1 Summarium (proc. dioc.), XVI, 106 (testigo J. Bautista Lemoyne). (**Es17.146**))
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