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parte del mundo que puedan encontrarse abandonados
en esta ciudad, y tendréis ayudas.
En aquel momento, pude señalar la generosa
colaboración que hemos tenido de diversas
naciones; prometí que, en nombre de Su Santidad,
llamaría de nuevo a la beneficencia pública y, con
tal motivo, pedí una bendición especial para
nuestros beneméritos donantes.
Su Santidad, sensiblemente enternecido,
contestó:
-Con todo mi corazón, imparto la bendición
apostólica a todos los Cooperadores, a todos los
beneméritos donantes. No dejaré de rogar por ellos
cada día en la santa misa, rogaré por la paz en
sus familias, por la prosperidad de sus intereses
temporales y por el feliz resultado en la
educación cristiana de sus hijos.
Y añadió:
-Y como quiera que el Padre Santo no solamente
debe cooperar, sino también operar, quiero
concurrir también materialmente a esta empresa.
Por esto, a pesar de los apuros económicos en que
me encuentro, me comprometo a sufragar los gastos
necesarios para la fachada de la iglesia. Las
paredes, la ornamentación, los ventanales, las
tres puertas correrán a mi cargo. Así sabrá el
mundo cómo la Cabeza de la Iglesia propaga y
sostiene la religión y no rehúsa tomar parte en
obras que son para bien de la sociedad civil,
especialmente de la porción más selecta del género
humano, la juventud, por la que los Sumos
Pontífices han prodigado siempre los más solícitos
cuidados. Confío que muchos otros católicos,
siguiendo mi ejemplo, acudirán generosos en
vuestra ayuda para llevar a cabo ésta y otras
obras de beneficencia para mayor gloria de Dios y
salvación de las almas.
Procuré responder a estas amables palabras del
Santo Padre con sincera acción de gracias,
asegurándole que todos nosotros elevaremos a Dios
nuestras oraciones por el bien de la Santa Iglesia
y redoblaremos nuestro entusiasmo colaborador para
llevar a término y sostener las obras, que la
inagotable caridad del Papa recomienda y promueve.
Por mi parte, beneméritos Cooperadores,
mientras os profeso la más profunda gratitud, no
dejaré de rezar y hacer que recen también por
vosotros los muchachos que favorecéis, para
obteneros una vida feliz en el tiempo y felicísima
en la eternidad.
Turín, 31 de mayo de 1884
Su seguro servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.
((**It17.156**)) Esta
circular, que fue reproducida por los diarios
católicos 1, servía de preludio a la invitación,
que dirigía a los Cooperadores y Cooperadoras para
que le ayudasen a colocar los boletos, para cuyo
fin envió a cada uno un paquete, rogando que se
quedara con él o lo distribuyera y se le enviase a
él el importe. Además, no dejaba descansar al
Procurador.
1 La publicó también Fede e azione de Malta (5
de julio de 1884).
(**Es17.140**))
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