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Bosco trabaja y sufre para obtenerlos. Parecía
realmente que todo se conjurase en contra.
-Ya verás como no me equivoco, replicó Bonetti.
-íCaramba, sería bonito que fueras profeta!
íQué satisfacción para don Bosco!
Se rieron y no añadieron palabra. Quiso después
don Juan Bautista Lemoyne ir a ver a don Joaquín
Berto, secretario de don Bosco, para manifestarle
la idea de don Juan Bonetti. Pero hizo como que no
iba sólo para esto; por lo cual tomó una carta con
la intención de pedirle aclaraciones sobre la
respuesta que había de darse. Llamó dos veces a la
puerta y helo salir afuera enfadado como aquel a
quien se le molesta y aparta de una ocupación muy
interesante y decirle excitado:
->>Qué quieres de mí? Tengo mucho que hacer.
Este tiempo endiablado no me deja ni leer el
decreto.
Tenía en efecto en la mano un papel al que daba
vueltas de un lado para otro, sin mirar la cara al
importuno.
->>Qué decreto?, preguntóle Lemoyne muy
sorprendido.
-El decreto de la comunicación de los
privilegios.
->>De veras?
-Sí, sí, el decreto firmado por Ferrieri.
-Esto es asombroso. >>Cuándo ha llegado?
-Hace unos minutos. Ponerlo en manos de don
Bosco y estallar el primer rayo fue cosa de un
instante. Intentó leerlo don Bosco y no pudo.
Estaban abiertas las ventanas y los tres primeros
rayos casi rozaron el hueco de las mismas. Agarré
a don Bosco por un brazo y, arrastrándolo a la
otra habitación, le dije: -Venga afuera, >>no ve
que aquí está usted en peligro? Parece que estos
rayos le buscan a usted. Y, mientras don Bosco se
encaminaba, estalló el cuarto; la estela de fuego
pareció extenderse hasta el escritorio sobre el
que había sido colocado el decreto. Don Bosco, muy
emocionado, no pudo ponerse a leerlo en seguida; y
yo intentaba ahora descifrar la escritura y no lo
conseguía.
-Ven, ven, le dijo don Juan Bautista Lemoyne
fuera de sí; vamos a don Juan Bonetti.
((**It17.142**)) De
camino le contó el diálogo, que había tenido con
él poco antes. Entraron en su habitación y le
refirieron lo sucedido con las exclamaciones de
maravilla, que es fácil imaginar. Entonces don
Juan Bonetti, lleno de entusiasmo, dijo a Lemoyne:
->>Recuerdas el sueño de los cuatro truenos, la
lluvia de espinas, de capullos, flores y rosas?
íDon Bosco tuvo aquel sueño hace ahora cuatro
años! Toma la cartera que tengo en mi sotana y
dámela.
(**Es17.128**))
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