((**Es17.127**)
-Los Oblatos no tienen más que la comunicación
con los Redentoristas.
-Pues bien, haga un decreto, que comunique a
los Salesianos los privilegios de los
Redentoristas.
Ya no era posible llevar más adelante la
resistencia. Se pidieron todos los libros de sus
privilegios a los Redentoristas; pero costó algún
tiempo, porque el General estaba ausente. Cuando
volvió, como apreciaba muchísimo a don Bosco, dio
en seguida una copia de los mismos. ((**It17.140**)) El
Secretario puso en seguida manos a la obra y, para
que el Prefecto no pudiese poner objeciones,
extendió el decreto que concedía genéricamente a
los Salesianos todos los privilegios de los
Redentoristas, sin indicar ninguno de ellos en
particular. El decreto, así redactado, contenía
unos elogios a la Congregación de los que don
Bosco había hablado a los capitulares; pero,
cuando Ferrieri los leyó, tomó la pluma y los
borró del todo, mandando añadir el período, con el
cual se quitaba a la Congregación todas las
concesiones y privilegios concedidos ad tempus,
por escrito o vivae vocis oraculo. Era una
cláusula superflua, porque aquellos favores ya
habían caducado. Así, secamente, se envió el
decreto a Turín 1.
Eran las seis de la tarde del día nueve de
julio; estaba el cielo completamente sereno cuando
en un brevísimo intervalo cayeron sobre el
Oratorio cuatro rayos, acompañados de truenos tan
estruendosos que el Oratorio entero tembló como si
fuera a derribarse. Todos los de la casa quedaron
aterrorizados. Unos huían para un lado, otros para
otro; algunos corrieron a refugiarse junto al
altar de María Auxiliadora. Un muchacho que
llevaba unos libros, asustado por la sacudida y el
fragor, se cayó por la escalera que da a las
habitaciones de encima de la iglesia. El último
estruendo fue terrorífico. Don Juan Bonetti, que
yacía en cama, llamó varias veces a don Juan
Bautista Lemoyne, que estaba en la habitación
contigua. Este acudió después de unos minutos,
porque el catastrófico estruendo le había impedido
oír la voz enseguida.
->>Oyes qué estruendo?, dijo Bonetti a Lemoyne,
apenas lo vio. No me parece natural. Se ve que el
diablo necesita desahogar su rabia.
Apostaría cualquier cosa a que, en este momento,
firma el cardenal Ferrieri el decreto de la
comunicación de los privilegios con los
Redentoristas.
-íOjalá!, contestó Lemoyne. Hace ya quince
((**It17.141**)) años
que don
1 Apéndice, Doc. 20 Cuáles eran los privilegios
obtenidos de esta manera, pueden verse en la
colección titulada Elenchus Privilegiorum (S.
Benigno Canavese 1888).
(**Es17.127**))
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