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disfrutaban. íOtro trabajo ímprobo como para
quedar uno aniquilado! Llegó, como solía hacer con
frecuencia, el abogado Leonori a visitar a don
Bosco para asegurarle que, a pesar de aquel
contratiempo, le serían concedidos los
privilegios.
-Ya no aguanta mi cabeza, exclamó don Bosco, y
me veré obligado a renunciar a los privilegios.
Pediré sólo uno o dos de los más esenciales y,
después, me volveré a Turín. Si me los quieren
conceder, bien; y, si no, paciencia. Seguiremos
como hemos hecho hasta ahora.
-Esté tranquilo, le repetía el abogado, ya verá
usted cómo obtendremos ((**It17.134**)) todo,
yo se lo prometo, y si usted no puede aguantar
este trabajo buscaremos nosotros los Breves y las
citas.
Determinóse, pues, escribir a don Joaquín
Berto, pidiéndole que enviase en seguida los
elencos de los privilegios concedidos a los
Oblatos de María, a los Redentoristas y a los
Padres de la Misión. Cuando éstos llegaron, don
Bosco y don Juan Bautista Lemoyne se pusieron a
revisar los volúmenes para encontrar los
privilegios pedidos, las fechas correspondientes y
todo lo demás. Don Bosco se dedicó a ello varios
días; también don Francisco Dalmazzo dedicó una
noche entera; por último, se copiaron los
privilegios con sus citas, y se presentó todo el
conjunto a monseñor Masotti 1.
En medio de tantas angustias, don Bosco
escribió al Cardenal Alimonda una carta, en la que
se traslucen su descorazonamiento y su resignación
2.
Eminencia Rvma. y queridísima:
Nuestros temores se hicieron realidad. El
asunto de los privilegios pasó totalmente a manos
del cardenal Ferrieri, que contestó ayer por
escrito, diciendo que no se pueden conceder sin
que cada uno lleve adjuntos los documentos
auténticos, con que fueron concedidos y a quiénes
fueron concedidos. Después de esto, se examinará
cuáles se han de conceder y cuáles no. Esto
significa que, por ahora, tengo que resignarme y
no hablar más de esta petición. Mientras tanto, ha
caducado el tiempo de la facultad de las
dimisorias y pediré al Padre Santo que, por lo
menos, me sea prorrogada ésta. Pero no he podido
presentar a ninguno para las ordenaciones de
Pascua y quizás tampoco para Pentecostés.
A pesar de mi insistencia, no he podido obtener
la audiencia del Santo Padre en los veinte días
que estoy en Roma.
El cardenal Nina está al día de todo. Está
enojado. El mismo le escribirá.
1 Don Bosco lo encabezó con una carta en latín,
preparada en Turín, insistiendo especialmente en
la necesidad de tener la facultad de dar las
dimisorias, la cual se le había concedido para
diez años por Pío IX y caducaba el tres de abril
de aquel año. Junto con dicha carta publicamos en
el Apéndice (doc. 18) el elenco y los
correspondientes accesorios, para que se tenga una
idea de aquel rompecabezas.
2 El original estaba en 1899 en poder de don
José Diverio, de Mondovi, antiguo secretario del
cardenal Alimonda en Turín.
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