Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es17.119**) Una vez enviados a Roma estos documentos, don Bosco volvió a pensar en su viaje a Francia, confiando que, ((**It17.130**)) cuando estuviese de vuelta, las gestiones habrían dado ya un buen paso hacia adelante; pero las cosas marcharon en sentido muy diverso a sus esperanzas, aunque le llegaron dos alegres noticias, la primera, a punto de dejar Francia, y, la otra, al emprender viaje para Roma. Llevóle la primera noticia la condesa de San Marzano, cuando él se encontraba de nuevo en Niza para entrar en Italia. La bonísima cooperadora salesiana, que había estado en Roma en aquel entretanto, había dicho al Papa en la audiencia que le había concedido: -Padre Santo, le pido una bendición especial también para don Bosco. ->>Cómo? >>Conoce usted a don Bosco de Turín? >>Dónde se encuentra actualmente: >>Dónde está? -Lo he dejado en Niza. ->>Cómo está de los ojos? >>Y de sus piernas? Dígale que se cuide y ahorre sus fuerzas... Don Bosco nos ha hecho pedir muchas cosas; cosas serias y difíciles de obtener. íPero le concederemos todo! Al referir este diálogo, la Condesa no sabía a qué aludían las palabras del Papa, porque el Pontífice no había dado más explicaciones y ella no se había atrevido a preguntar. Pero don Bosco comprendió perfectamente que el papa quería hablar de los privilegios y que, al decir aquello a la señora, no ignoraba que ésta vería al Santo y le contaría todo; no es, pues inverosímil que quisiera hacerle llegar, por aquel trámite, la certificación de su voluntad dispuesta a favorecerle. Y así precisamente lo entendió don Bosco, el cual, cuando se encontró a solas con sus hijos, dijo: -íBuena señal, buena señal! Esperamos obtener esta vez lo que hace tantos años es objeto de todos mis deseos. Para lograr obtener estos privilegios, he perseverado, intentado y vuelto a intentar todos los caminos, he sufrido humillaciones y repulsas; pero nada de este mundo debe acobardarnos. Hubiera podido desistir; pero no quise. Era por ellos (esto es, para servicio de los que en Roma tienen las riendas en sus manos), ((**It17.131**)) por la Iglesia y no por mí; era por el bien de las almas; era para dejar consolidada a mi muerte nuestra Congregación, la cual después de todo, pertenece a la Iglesia. Cuando parecía perdida toda esperanza de éxito, habría podido decir: -íDejémoslo ya! íAllá ellos! Pero no; tenemos que hacer los imposibles para conseguirlo, no dejemos nada por intentar. Para cortar las rosas, ya se sabe, se tropieza con las espinas; pero con las espinas está siempre la rosa. Cuando presenté mi súplica a Pío I X y se trató de los privilegios, el (**Es17.119**))
<Anterior: 17. 118><Siguiente: 17. 120>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com