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El alborozo, que despertó su regreso, redobló
en el Oratorio el ardor de los preparativos para
la fiesta de María Auxiliadora, al tiempo que las
voces, que corrían sobre su mal estado de salud,
sirvieron para atraer mayor número del
acostumbrado de amigos y admiradores del Santo
para asistir a la gran solemnidad.
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