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se ponía en viaje hacia Bolonia, adonde llegó
hacia las once. Brindóle jubilosa hospitalidad el
arzobispo monseñor Battaglini, el mismo, a quien
había conocido en 1882 siendo obispo de Rímini 1.
Se encontró en el palacio arzobispal con don Juan
Bautista Rinaldi, llamado a Faenza por el mismo
Arzobispo. Desde las dos de la tarde del dieciséis
hasta las once del diecisiete recibió numerosas
visitas de los más distinguidos ciudadanos que
quisieron hablarle, y asistieron a su misa en la
capilla arzobispal muchas señoras de la nobleza.
En aquella ocasión profirió don Bosco ciertas
palabras, que le gustaba recordar a don Juan
Bautista Rinaldi 2. En una conversación íntima se
habló de Bismarck. El gran Canciller alemán,
obligado ya por la fuerza de las circunstancias a
suavizar ((**It17.121**)) el
Kulturkampf y, más tarde, a entablar negociaciones
con la Santa Sede, aumentaba el rigor pretendiendo
siempre de Roma lo que él no estaba dispuesto a
conceder. Sin embargo, la prensa católica no
dejaba de resaltar lo que entonces se llamaba <>; a su vez y por intereses
políticos, los órganos oficiales del imperio, a
cada acto de condescendencia hacia los católicos,
aclamaban al Gobierno. Pues bien, don Bosco
pronunció estas palabras: -Cierta gente, cuando
parece que protege a la Iglesia, hace como aquel
que os ofrece asiento y os pone una silla rota, de
modo que, en lugar de haceros sentar, os hace
caer.
Después de siete horas de viaje, llegó
finalmente don Bosco a Turín el día diecisiete por
la tarde. Cruzó el umbral del Oratorio y fue
derecho a la iglesia, donde impartió la bendición
eucarística; después, atravesó el patio,
empavesado con banderas, entre los aplausos
frenéticos de los muchachos y los acordes de la
banda de música y subió a sus habitaciones. La
alegría era inmensa ante la visible mejoría de
salud, que disipó inmediatamente los temores que
se tenían. Al día siguiente, hubo fiesta en la
iglesia, en el patio y en el comedor. Entre los
saludos que le leyeron, le gustó sobre todo la
corona de comuniones, que habían hecho por él los
muchachos durante su ausencia.
A don Juan Bautista Lemoyne le tocó cumplir
rápidamente dos encargos relacionados con el
viaje: enviar las disculpas correspondientes al
Obispo de Ventimiglia, que se lamentaba de que
hubiese pasado don Bosco dos veces por su diócesis
sin dejarse ver 3 y al Director de la Compañía de
los ferrocarriles romanos, a quien no había podido
visitar a su paso por Florencia y agradecerle el
favor recientemente obtenido 4.
1 Véase Vol. XV. pág. 470.
2 Las refiere también monseñor Taroni en su
crónica manuscrita de la casa de Faenza.
3 Apéndice Doc. núm. 13.
4 Apéndice Doc. núm. 14.
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