((**Es17.110**)
podía aguantar ya su cansancio y sentía mucho
dolor de piernas, entró en un cuartucho para
estirarlas un poco y descansar. Las tenía tan
hinchadas que costó un triunfo ayudarle a quitarse
las medias elásticas. Quitóse después la sotana,
se recostó en la cama, pero no pudo dormir.
Después de hora y media de tormento, se levantó,
se vistió con mucho trabajo y con gran dificultad
volvió a ponerse las medias. Se encontraba tan
agitado y agotado que impresionaba. Tuvo don
Francisco Dalmazzo una idea: fue a pedir a
aquellos buenos aldeanos una taza de café, y se lo
dieron exquisito. Aquella bebida caliente y
aromática resultó un providencial sedante. El buen
Padre se recobró poco a poco y se entretuvo
agradablemente hasta las siete, hablando del
Oratorio y de sus antiguos tiempos.
Don Francisco Dalmazzo volvió para Roma y don
Bosco, saludado por don José Daghero, que había
vuelto de Magliano, subió con Lemoyne al rápido de
Orte. Pero no habían terminado todavía las
aventuras de aquella jornada. En Orte había que
esperar el rápido de Florencia, desde las ocho y
media hasta tres cuartos de hora después de
medianoche. Y el Señor acudió a aligerarle el
malestar. Mientras él, recostado en un sofá en la
sala de espera de la estación, buscaba en vano el
beneficio de dormir un poco, de pronto
desaparecieron de sus ojos los objetos materiales
que lo rodeaban, se le acercó el angélico joven
Luis Colle y sostuvo con él un coloquio, que se
prorrogó ((**It17.120**)) hasta
la hora de la salida. Hablaron especialmente de lo
que Luis le había mostrado en el sueño de las
misiones. Al final, don Bosco manifestó el temor
de que su mal estado de salud le impidiese llevar
adelante las obras comenzadas; pero Luis le dijo:
->>Su salud va mal? íMañana me dará la
respuesta!-Fueron éstas sus últimas palabras.
Desaparecida la visión don Bosco se encontraba
mejor; tan mejorado estaba que Lemoyne veía
maravillado que, al subir al tren, parecía casi
rejuvenecido. Era el primer día de la novena de
María Auxiliadora 1.
A eso de las seis llegaron a Florencia, en cuya
estación les esperaban el director don Faustino
Confortóla y el de Lucca, don Juan Bensi. Los
muchachos le dieron la bienvenida a su entrada en
casa. Fue enseguida a la capilla a celebrar; y
después dedicó el resto de la mañana a escribir
cartas. Por la tarde, los muchachos cantaron un
himno y leyeron diversos saludos en su honor; y
luego dio audiencia a bienhechores y bienhechoras
hasta la noche.
Su estancia en Florencia fue corta: el día
dieciséis por la mañana
1 Véase Vol. XV. pág. 88.
(**Es17.110**))
<Anterior: 17. 109><Siguiente: 17. 111>