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Entonces los corazones no permanecerán cerrados
y no se ocultarán ciertas cosas que causan la
muerte de las almas. Sólo en caso de inmoralidad,
sean los Superiores inflexibles. Es mejor correr
el peligro de alejar de casa a un inocente que
hacer que permanezca en ella un escandaloso. Los
asistentes consideren como un estrechísimo deber
de conciencia el referir a los Superiores todo
aquello que crean puede constituir ofensa de Dios.
Entonces yo le pregunté:
->>Y cuál es el medio principal para que
triunfe semejante familiaridad y ese amor y
confianza?
-La observancia exacta del Reglamento de la
Casa.
->>Y nada más?
-El mejor plato en una comida es la buena cara.
Mientras mi antiguo alumno terminaba de hablar
con estas palabras, yo continué contemplando con
verdadero disgusto el recreo y, poco a poco, me
sentía oprimido por un gran cansancio que iba en
aumento. Esta opresión llegó a tal punto, que no
pudiendo resistir más, me estremecí, y desperté a
renglón seguido.
Me encontré de pie junto a mi lecho. Mis
piernas estaban tan hinchadas y me dolían tanto
que no podía estar de pie. Era ya muy tarde; por
tanto, me fui a la cama decidido a escribir estos
renglones a mis queridos hijos.
Yo deseo no tener estos sueños, porque me
producen un cansancio enorme.
Al día siguiente, sentía aún un gran dolor en
todos mis huesos y no veía la hora de poder
descansar. Pero he aquí que llegada la noche,
apenas en el lecho, comencé a soñar nuevamente.
Tenía ante mi vista el patio ocupado por los
muchachos que están actualmente en el Oratorio y
junto a mí al mismo antiguo alumno.
Comencé a preguntarle:
-Lo que me has dicho se lo haré saber a mis
Salesianos, pero >>qué debo decir a los jóvenes
del Oratorio?
Me respondió:
-Que reconozcan los trabajos que se imponen los
Superiores, los maestros y los asistentes por amor
a ellos, pues si no fuese por su bien no se
impondrían tantos sacrificios; que recuerden que
la humildad es la fuente de toda tranquilidad; que
sepan soportar los defectos de los demás, pues la
perfección no se encuentra en el mundo, sino
solamente ((**It17.113**)) en el
Paraíso; que dejen de murmurar, pues la
murmuración enfría los corazones; y, sobre todo,
que procuren vivir en gracia de Dios. Quien no
vive en paz con Dios, no puede tener paz consigo
mismo ni con los demás.
->>Me estás diciendo, pues, que hay entre mis
jóvenes quienes no están en paz con Dios?
-Esta es, entre otras, la primera causa del
malestar reinante, a la que usted debe poner
remedio y que no es necesario que yo enumere. En
efecto, sólo desconfía quien tiene secretos que
ocultar, quien teme que estos secretos sean
descubiertos, pues sabe que, de ponerse de
manifiesto, se derivaría de ellos una gran
vergüenza y no pocas desgracias. Al mismo tiempo,
si el corazón no está en paz con Dios, vive
angustiado, inquieto, rebelde a toda obediencia,
se irrita por nada, le parece que todo marcha mal
y, como él no ama, cree que los Superiores tampoco
aman.
-Con todo, >>no ves, querido mío, la frecuencia
de confesiones y comuniones que hay en el
Oratorio?
-Es cierto que la frecuencia de confesiones es
grande, pero lo que falta en absoluto, en
muchísimos jóvenes que se confiesan, es la firmeza
en los propósitos. Se confiesan,
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