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-Di a todos que vayan a la antesala y que pasen
uno a uno.
-Sí, contestó el secretario. Pero después,
desalentado, acabó por ir a sentarse en un banco,
como desmemoriado.
-Pero... Camilo, suplicaba inútilmente don
Bosco, íhaz lo que te digo!
A saber cómo se las hubiera apañado, de no
haber llegado de improviso el marqués de
Franqueville, que lo hizo pasar a una habitación
contigua, diciéndole que esperase un momento;
cerró después la puerta, volvió a él por otro
acceso y secretamente lo llevó a cenar a su casa,
mientras aguardaban todos, convencidos de que
seguía dentro de la habitación. Llegaron a la casa
cuando sonaban las ocho; pero se encontraron ante
la puerta con otro coche que le esperaba. Una
familia, que tenía un hijito moribundo, suplicaba
a don Bosco que se acercara a visitarlo, aunque no
fuera más que un minuto 1. Don Bosco fue. Por fin,
a las once, se sentaron a la mesa, pero él no tomó
más que un poco de sopa.
El día tres de mayo, después de la conferencia
en Santa Clotilde, se dispuso a recibir visitas,
junto a la sacristía, estando de pie sobre una
tarima; pero la procesión no acababa nunca. A un
cierto punto, dijo al marqués de Franqueville, que
estaba allí cerca:
-Es imposible contentar a todos. Ya no puedo
más. Estoy muy ((**It16.110**))
cansado. Escucharé solamente una palabra de cada
uno. Tomenos este acuerdo.
El Marqués fue a proponer e imponer la
condición y vigilaba para que nadie la violase. Y
empezó el desfile de la muchedumbre; los que
pasaban le decían su necesidad: -Rece por mí...
-Tengo a mi madre enferma, que se encomienda a
usted... -Bendígame... -Déme una medalla... -Tengo
un hijo descarriado... -Diga a la Virgen que me
ayude en mis negocios...
Así iban pasando unos cuarenta cada minuto y
todos recibían una medalla de María Auxiliadora.
Ya hacía dos horas que duraba el desfile,
cuando el Siervo de Dios dijo al Marqués:
-Vea cuántos quedan todavía.
Miró el Marqués y le contestó:
-Quedan todavía unos quinientos.
Le llevaron un café, que sorbió sin suspender
la operación. Después de otra horita, preguntó de
nuevo:
1 El padre del moribundo era un millonario. La
tarjeta decía: <>.(**Es16.99**))
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