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compendió, casi sin darse cuenta, en pocas
palabras todas las causas principales del
conflicto, cuando cerró en los Procesos una de sus
deposiciones, diciendo 1: <>.
El Señor, que permitió aquellos diez años de
tribulación, parece que quiso también prevenir con
tiempo a su Siervo; pues nada más comenzar las
disensiones, le envió un sueño misterioso cuya
plena inteligencia debía proporcionarle la clave
del conjunto de los acontecimientos. Soñó don
Bosco:
<>no ve que no hay ni una alma por las calles?
Escúcheme, vuelva a su casa.
((**It16.98**)) >>-No
le toca a usted venir a aconsejarme; yo voy a mis
asuntos y usted vaya a los suyos, contestó
bruscamente el Arzobispo, apartándome.
>>Mientras tanto dio unos pasos, resbaló y cayó
en el lodazal con grave daño de sus ornamentos que
quedaron enlodados y feos. Volví a advertirle
otras cinco veces que mirase por su dignidad, que
volviera atrás, que... Todo inútil; no valieron
ruegos, ni súplicas. El, entretanto, seguía
siempre obstinado su camino, cayó por segunda,
tercera, cuarta y quinta vez; cuando por fin se
levantó la última, estaba incognoscible... su
cuerpo formaba una sola cosa con el barro, que le
envolvía por todas partes; se cayó de nuevo y ya
no se levantó>>.
Acostumbrado por una larga experiencia a
descubrir en los sueños representaciones
simbólicas de acontecimientos futuros, es de creer
que, después de éste, el Siervo de Dios mirara con
infinita compasión el continuo sucederse de las
molestas vicisitudes y que, aun temiendo la
catástrofe final, cobrara ánimo para no apartarse
un ápice de su línea de conducta, que ahora
diremos cuál fue.
Como primera precaución se abstenía
cuidadosamente de dar motivos
1 Summ, sup. virt. núm. 15, & XXI.(**Es16.90**))
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