((**Es16.86**)
No bastó tampoco esta declaración. La cláusula,
que pedía se salvaran los sagrados cánones en las
partes que tutelaban la libertad de las vocaciones
religiosas, no agradó al Arzobispo, el cual
rechazó todo por este motivo. Estaba, pues,
declarada abiertamente la guerra.
Nos detenemos aquí, puesto que es suficiente lo
ya dicho para aclarar el origen de las
divergencias, cuyo desarrollo han podido seguir
los lectores en los últimos volúmenes; hay una
exposición más detallada y documentada en el
volumen anterior, que todavía no salió a la luz 1.
El 2 de julio de 1873, en una conversación en
torno a la irremediable disensión, sacó don Bosco
las palabras de lo más íntimo de su calma y dijo:
-También esto pasará. En un principio esta
lucha me apenaba por no saber el motivo; pero
ahora el Papa me ha trazado un plan acerca de la
manera de proceder. Yo dejo hacer y callo.
((**It16.93**)) Es
legítimo que nosotros, con el ansia de conocer a
fondo la vida de nuestro Santo, tengamos hoy la
curiosidad de saber cuáles fueron las causas que
produjeron tan radical transformación en las
relaciones entre dos hombres colocados en alto
sobre el candelero de la casa de Dios. Pues bien,
tenemos un cúmulo de testimonios a propósito,
presentado a lo largo de los procesos apostólicos
por autorizados contemporáneos, que vieron las
cosas con sus propios ojos y también oyeron los
juicios de otros que ya no vivían en el momento de
sus declaraciones. Nada mejor, por tanto, que
exprimir el jugo de tales testimonios y
ofrecérselo a los lectores concentrado y límpido
sin ocultar nada.
Ante todo, se aprecia en los testigos una
convicción general de que no se puede cargar a don
Bosco con ninguna culpa de aquella deplorable
tortura. Damos en este punto la palabra,
únicamente, a la condesita Mazé de la Roche,
sobrina de Monseñor y con no menos devoción hacia
él que hacia el Siervo de Dios 2. Preguntada por
los jueces si había fundamento para suponer o
creer que don Bosco había dado motivo a las
controversias, respondió: <>.
1 El decimoquinto volumen en italiano apareció
en 1934, cuando ya tenía Ceria escritas estas
páginas del XVI volumen (N. del T.).
2 Véase vol. XI, págs. 463 y sigs.(**Es16.86**))
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