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religiosas, adonde el matrimonio Paturle había
llevado a una hija suya algo raquítica y había
recibido de sus manos la santa comunión, pero sin
poder presentarse a él como hubiera deseado
vivamente. Al día siguiente, le instaban ((**It16.74**)) a que
impetrase del Señor la salud para su hijita y una
marcha mejor de sus negocios comerciales.
La señora De Guestu, que le había enviado, por
medio de monseñor Guiol, una invitación para que
fuera a su casa a comer, temía no ser atendida;
por ello, le rogaba directamente que se dignara
conceder a su familia aquella gran satisfacción,
que hacía días pedía a Dios como una gracia
señalada.
La superiora de las Hermanas de San José de
Cluny, que no pudo satisfacer sus ardientes deseos
de verle en Lyon, le escribía a París,
encomendando a sus oraciones sus hermanas de
comunidad y sus colegialas y confiándole que,
tanto unas como otras, le ocasionaban disgustos.
Tenía, además, en casa a una religiosa gravemente
enferma; su pérdida sería una pena y un perjuicio;
dígnese, don Bosco -le decía- encomendarla al
Señor y, al mismo tiempo, solicitar, para ella y
para todas, las gracias de una fiel
correspondencia al don de la vocación.
La carta rebosa, del principio al fin, la mayor
confianza y esperanza en la santidad del Siervo de
Dios.
Hombres del pueblo y aristócratas se hallan
mezclados en esta correspondencia. Una tal Goudin
le envía un donativo de treinta y seis francos,
fruto de una colecta, y goza recordando que le
escribió en Lyon y recibió respuesta. El conde de
Montessus dice que ha leído el libro de D'Espiney
y le expresa la convicción de que Dios envía a
Francia al gran educador de la juventud moderna,
para mostrar a los padres de familia franceses,
que, a despecho de la guerra que se hace contra la
escuela cristiana, El no los abandona. La señora
Dupont, testigo de las curaciones obtenidas por
las oraciones de don Bosco en Lyon, se encomienda
a él, llena de fe, para que impetre el uso de las
piernas para una nietecita suya. Y no queremos
pasar por alto la carta de una veterana sirvienta,
que el 23 de abril le escribía: <((**It16.75**)) de mis
ahorros. En compensación, le pido que ruegue por
mí, para que el Señor me conceda la gracia de una
buena muerte. Le encomiendo también a mi familia;
tengo diez nietecillos huérfanos>> 1.
1 Véase Apéndice, doc. núm. 22 (A-I).(**Es16.71**))
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