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viviente, en un mal francés, estimuló a todos a
contribuir al desarrollo de una obra, que
consideraba puesta en cierto modo bajo su
patronazgo; desarrolló después dos conceptos; uno
religioso, a saber, que los niños son la delicia
de Dios; y el otro social, es decir que, si la
juventud es mala, la sociedad será mala también.
Sacó las consecuencias prácticas de ambos
principios y preguntó:
->>Sabéis en dónde está la salvación de la
sociedad?
Y después de un instante de pausa, siguió
diciendo:
-La salvación de la sociedad, señores, está, en
vuestros bolsillos.
Estos muchachos recogidos en el Patronage, y los
mantenidos por la Obra de los talleres esperan
vuestra ayuda. Si vosotros ahora os echáis atrás,
si dejáis que estos muchachos lleguen a ser
víctimas de las teorías comunistas, los beneficios
que ahora les rehusáis, vendrán a pedíroslos un
día, pero no con el sombrero en la mano, sino
poniéndoos el cuchillo en la garganta y queriendo
tal vez con vuestros bienes, vuestra propia vida.
((**It16.67**)) Sus
últimas palabras fueron:
-La caridad de los lioneses, que llega hasta
las obras de Turín, no podrá faltar a las de Lyon.
Ojalá pueda yo salir de aquí con la esperanza de
que una obra, tan bien comenzada, seguirá
progresando y que nunca le faltará la protección
de los buenos y la bendición de Dios.
Después explicó a un periodista, en una breve
conversación, a quiénes se refería al decir los
buenos.
-Estas obras, dijo, son tales que no sólo deben
sostenerlas los católicos viribus unitis (juntando
sus fuerzas), sino también todos los hombres, que
se interesan por la moralidad de los muchachos. Es
preciso que los antropólogos se preocupen de
ellos, lo mismo que los cristianos. Es ése el
único medio para preparar mejor porvenir a la
sociedad.
No había sido fácil arrancar al Cardenal
Arzobispo la autorización para aquel acto.
-Todo será para ellos, había dicho con una
punta de ironía, convencido de que don Bosco y los
suyos iban a llevar el agua únicamente a su
molino.
Pero cedió, por fin, a las instancias de quien
se lo rogaba haciéndose prometer que no le
dejarían hablar más que en favor de la obra. En
efecto, don Bosco recomendó, con enérgicas
expresiones, a los presentes las necesidades del
Patronato hasta decir:
-Si no sostenéis vosotros esta obra, vosotros
mismos sufriréis las consecuencias. Obras como
ésta son necesarias para el equilibrio de la
sociedad.(**Es16.65**))
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