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Señorita Clara:
Sé que desea celebrar la fiesta de la Santísima
Virgen en todas las ocasiones y, sobre todo, en
las solemnidades, por lo que quiero ayudarla según
mis posibles. El domingo, día 11 de octubre, es la
Maternidad de esta nueva Madre y nuestros
muchachos harán muchas oraciones y comuniones,
según su santa intención, y yo tendré la
satisfacción de celebrar la santa misa
exclusivamente por usted. Por usted, por su salud
y santidad, por su perseverancia en el camino del
cielo; y todo ello para ofrecerle una recompensa
por la caridad que tiene por nosotros y la ayuda
que presta a nuestras obras.
Monseñor Cagliero me escribe, además, otra
cosa. Ha bautizado a una niña salvaje, junto al
Río Negro en Patagonia y, como recuerdo de usted,
le ha puesto el nombre de Clara Louvet, con la
condición de que ruegue por usted durante toda su
vida. Espero darle más noticias de esa huerfanita,
si es buena, como desean nuestras hermanas.
Adiós, señorita Louvet; la Santísima Virgen le
guíe y, con usted, a todos sus parientes y
amistades, de modo que se puedan ver seguramente
en el Paraíso, y también con el pobre don Bosco.
Ruegue por mí y, especialmente, por los
sacerdotes, que no dejan de tener un memento
diario según su intención. Bendito sea Dios.
Turín, 7 de octubre de 1885.
Su s.s., JUAN BOSCO, Pbro.
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Caritativa señorita:
Gracias por su gran caridad. María, nuestra buena
Madre, le asegurará ciertamente la recompensa que
usted desea y merece.
El buen Dios, que nos ha escuchado el domingo
pasado, nos escuchará también en las elecciones
del día dieciocho de este mes. Sigamos con
nuestras oraciones porque la Santísima Virgen es
poderosa.
Lamento mucho que no pueda arrendar ni vender las
tierras de que habla. El daño es para mí; porque,
a menos dinero para usted, menos caridad para
nuestros huerfanitos. Pero la Santísima Virgen lo
arreglará todo; mejor salud, menos sequía en el
campo, más abundancia en las cosechas y cada cosa
en su puesto.
Usted, señorita, me da la esperanza de volver a
vernos el próximo año; esto es para mí una gran
satisfacción. Todos los Salesianos ruegan para que
esto se cumpla.
Esperamos que los acontecimientos públicos y
privados lo permitan.
Acepte el humilde homenaje de las oraciones que
los Salesianos hacen todos los días por su
intención y tenga la bondad de rezar usted también
por este pobre sacerdote muy agradecido y siempre
suyo en J. C.
Turín, 15 de octubre del 85 Atento y seguro
servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
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