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-Pero es un caso excepcional, observó don
Bosco. Se trata ((**It16.53**)) de un
amigo suyo forastero, que no puede volver de
nuevo.
-Siento que se encuentre usted en tal
circunstancia. Es un caso, en el que solamente el
Rector podría hacer excepción. Yo no me permitiré
ciertamente semejante arbitrariedad.
-Sin embargo, nos tiene que conceder este
favor, replicó don Bosco. Estoy segurísimo de que
tendrá la aprobación de su superior.
-Perdone; yo no entro ni salgo en las
intenciones del superior. Tengo el reglamento y
esto me basta.
El altercado se prorrogó con la gentil
insistencia del uno y el cortés rechazo del otro,
hasta que el padre del seminarista perdió la
paciencia y dijo enojado al vicerrector:
->>Pero usted sabe con quién habla?
-Lo veo, hablo con un sacerdote, a quien
supongo persona de categoría, aunque no fuera más
que por estar en su compañía. Pero eso no es una
razón que me autorice a quebrantar el reglamento.
-íEs que es don Bosco!, le gritó el señor
Olive.
-íAh, es don Bosco!, exclamó el sacerdote.
Y dicho esto, cayó de rodillas, repitiendo:
-íDon Bosco! íDon Bosco!
Al oír aquel nombre y aquellas voces, salieron
corriendo de las aulas profesores y alumnos,
gritando también:
-íDon Bosco! íDon Bosco!
Bajaron las escaleras, se agolparon a su
alrededor y le agarraban las manos para
besárselas. Fue una escena de entusiasmo
conmovedor.
En el intervalo entró el Rector. Mandó reunir a
los seminaristas en un salón y llevó allí a don
Bosco, rogándole les dijera una palabra: Todos
esperaban quién sabe qué; pero don Bosco, con toda
sencillez, comenzó a preguntarles:
->>Cuántos diáconos sois?
-Tantos.
->>Cuántos subdiáconos?
((**It16.54**))
-Tantos.
-Pues bien, oíd una gran verdad. Un día no muy
lejano todos vosotros seréis sacerdotes; y ahora
no olvidéis nunca lo que os voy a decir. Un
sacerdote no va nunca solo al paraíso o al
infierno; va siempre con él un gran número de
almas salvadas por su santo ministerio y su buen
ejemplo o perdidas por su negligencia en el
cumplimiento de sus deberes y su mal ejemplo. No
lo olvidéis.
Confirmó después su afirmación con hechos de la
historia eclesiástica.(**Es16.54**))
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