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mereció recibir una bonita respuesta. La carta
está sin fecha; parece que es del año 1875 o del
1876.
Querido Dogliani:
íBravo! Con gran satisfacción he recibido y
leído tu carta. Sigue santificando a tus
compañeros y santificándote a tí mismo.
Dios te bendiga y ruega por mí, que siempre
seré en J. C.
Tu afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.
P. D. Saluda de mi parte al caballero Pelazza,
al marqués Barale y a Cottino el poeta 1.
16 (El original en francés)
Primer encuentro del marqués de
Villeneuve-Trans con don Bosco
Relación de Ana, hija del marqués de
Villeneuve-Trans, religiosa del Sagrado Corazón.
Nos la envió en marzo de 1934.
Sucedió durante el invierno de 1879, que
estuvimos en HyŠres. Esperábamos que aquel clima
suave sería favorable para la salud de mi padre,
muy quebrantada por toda una serie de dolencias.
Pero, ni las sonrisas de la naturaleza soleada, ni
los esfuerzos de la ciencia, junto ((**It16.638**)) con
todo lo que pudo sugerir el afecto y el
sacrificio, habían producido la mejoría deseada,
pues el mal no cedía. Atendía a mi padre el Doctor
d'Espiney, que era también un excelente cristiano
y sería un día el biógrafo de don Bosco.
Convencido de la ineficacia de los medios
humanos, no dudó el buen doctor en acudir a los
sobrenaturales.
Como sabía que don Bosco tenía que ir al
orfanato de La Navarre, resolvió llevar a su
enfermo ante aquél, a quien ya se veneraba como a
un santo. Aunque era yo muy pequeña entonces, me
parece oír todavía el acento con que nos dijo mi
padre: -Va a venir un santo a casa.
Era la primera dicha, que debía repetirse
muchas veces. Veo todavía a don Bosco entrando en
el salón, sostenido por dos de sus sacerdotes, su
aire de bondad, su fina y amable sonrisa; nos
bendijo a mi hermano y a mí.
>>Qué sucedió después en la entrevista que
sostuvo con mi padre? Sólo sé que don Bosco le
animó a rezar a María Auxiliadora y, después, a ir
a Turín el veinticuatro de mayo, en peregrinación
de acción de gracias. Esto sucedía en febrero, y
el veinticuatro de mayo iba a cumplir su voto y a
dar gracias a la celestial bienhechora, cuya
protección se experimentaría constantemente en su
hogar. Su primer cuidado, al regreso, fue colocar
la estatua de la Virgen sobre una columna de
granito en la finca; cada día iba a sus pies con
un ramo de flores cultivadas con amor y se
interesaba para que ninguno de sus hijos dejase de
honrarla.
1 Los dos primeros eran los coadjutores, que
hemos nombrado ya varias veces, y a quienes don
Bosco había concedido títulos de nobleza; el
tercero era un tipo raro de refitolero, que
pretendía saber hacer versos.
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