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((**Es16.497**)arte, con toda la unción de santidad, ((**It16.604**)) no son suficientes; porque, de la misma manera que, si caen en verano unas gotas de lluvia sobre un campo seco y quemado por el sol, no son de ningún provecho, lo mismo puede decirse de estos pecadores secos, quemados, hediondos ya en el lodo de sus culpas. Para ellos, los sermones son como gotitas de agua, saludables, es verdad; pero que son absorbidas por los fuertes calores del sol, o mejor dicho, por la malicia del pecado y por los engaños del demonio. >>Qué hará, pues, un pecador que se encuentra en tan deplorable estado? íOh, dichosos días los de los santos ejercicios espirituales! íEllos devuelven la vida perdida a esta alma! íEllos son como lluvia abundante que ablanda los corazones más endurecidos y hacen que baje sobre nosotros el rocío del cielo! Sí, hermanos pecadores y hermanas pecadoras, éstos son los días anunciados por el apóstol San Pablo, días agradables para el bien de nuestra alma, días de salud y de santificación: ecce nunc tempus acceptabile, dies salutis, dies sanctificationis vestrae. Los que se encuentran en estado de tibieza también necesitan hacer los ejercicios espirituales. Los tibios son los que, contentos con no caer en grandes pecados, viven sin cuidarse de adelantar en los caminos del Señor. Nos dice la sagrada escritura que sería preferible que éstos fueran totalmente fríos o totalmente calientes en el servicio de Dios. Utinam frígidus aut cálidus esses, dice el Señor al tibio. Pues quien es frío, puede ser que se empeñe en ponerse en el camino de la virtud y que adelante, y éstos las más de las veces ya no vuelven atrás; por el contrario, el tibio se encuentra en peligro de caer gravemente, con escasa esperanza de levantarse. Además, por el solo hecho de que estos tibios no adelanten, ya están volviendo atrás: non progredi, regredi est. >>Quién puede dar una sacudida, un empujón a estas almas frías? Sólo los ejercicios espirituales son capaces de sacudirlos y arrancarlos de la cobardía, que ya los dispone a la perdición. Admitido que el hombre, sea pecador o sea tibio, tiene motivo urgente para hacer los ejercicios; puede decirse también lo mismo de las almas buenas, que se encuentran en el feliz estado de gracia de Dios y progresan incansables por el camino de la virtud. íQué pocas son, Dios mío, estas almas! Envidio el estado de estas almas, que yo llamo afortunadas y felices; bendigo al Señor y pido que, propicio, las favorezca; con todo, afirmo que también éstas necesitan los ejercicios espirituales; pues, >>serán ellas más fervorosas que los Apóstoles, más puras, más santas que la Santísima Virgen, más adelantadas en la perfección que los fieles de los primeros tiempos? Sin embargo, el Salvador les mandó que no salieran de Jerusalén hasta recibir al Espíritu Santo (Hch 1). Obedecieron los Apóstoles y, como María Santísima y los otros fieles y discípulos reunidos en un lugar de oración, sólo se ocupaban de alabar al Señor, darle gracias y bendecirle: et semper erant in templo laudantes et benedicentes Deum. >>Y hasta cuándo estuvieron reunidos allí? (verdadera figura de los ejercicios) Estuvieron diez días hasta que quedaron llenos del Espíritu Santo ((**It16.605**)) y llegaron a ser las columnas firmes, los apoyos inconmovibles de la Santa Iglesia. Por otra parte, por muy adelantado que uno esté en los caminos de Dios, nunca está seguro de no caer a veces en algún desorden y, por consiguiente, en la incertidumbre de perseverar hasta el fin; este señalado don de la perseverancia, la mayor de todas las gracias, >>quién sabe si será cabalmente la que concederá el Señor en estos días? Además, por muy santo que uno sea, nunca debe decir basta; y esto es exactamente lo que inculcaba el Salvador; el que es justo, decía El a todos, hágase más justo todavía y el que es santo hágase más santo: qui iustus est iustificetur adhuc, qui sanctus est sanctificetur adhuc; sed perfectos como es perfecto mi Padre celestial, decía en otro lugar, sed perfectos como yo soy perfecto; para esta justicia, para esta (**Es16.497**))
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