((**Es16.494**)
>>Así que gozarán tranquilidad los libertinos?
No; os lo dice el Señor: non est pax impiis; ellos
y su impiedad son abominados por Dios, odio sunt
impius et impielas eius; el pecador os parecerá
feliz, pero lo acompaña siempre el espíritu del
terror, spiritus terroris in aure eius; irá a
fiestas, irá a bailes, teatros, tertulias, orgías,
crápulas; aparentará estar alegre y contento, pero
lleva siempre consigo al inseparable gusano de la
conciencia que, sin cesar, lo agita bárbaramente y
lo azota y, en todos los lugares, mezcla la
aparente dulzura de sus placeres con la hiel más
amarga, y lo que debería producirle más alegría,
lo hace más infeliz: contritio et infelicitas in
viis eorum. Y si pretendéis suponer a un pecador,
que, ahogando todo remordimiento de conciencia,
entenebrecida toda luz de la razón y del buen
sentido, vive en paz y en prosperidad, íah,
pobrecito! El Señor permite que goce de esta
aparente felicidad y en el momento en que piensa
estar en posesión de ella y va gritando paz y
seguridad, pax et securitas, es precisamente
entonces, cuando Dios, cansado de ultrajes e
insultos, arma su omnipotente diestra, corta el
hilo de sus días y, de repente, pasa nuestro
pecador de la vida a la muerte, del tiempo a la
eternidad, de sus sucios deleites a las terribles
penas del infierno; cum dixerit pax et securitas,
tunc repentinus superveniet interitus; son
palabras infalibles del Espíritu Santo.
Podría confirmar esto ampliamente con
muchísimos ejemplos tomados de la historia sagrada
o eclesiástica; pero me limito a uno solo,
acaecido en estos días y del que vosotros mismos
supongo estaréis plenamente informados. Hace pocos
años, un joven, cuyo nombre debo callar, fue a
Turín después de terminar sus estudios literarios,
para emprender una profesión conveniente a su
elevada condición; fue y, en un principio, dio
alguna esperanza de óptimo resultado, hasta
que,... el imprudente, el infeliz. . . comenzó a
alternar con malos compañeros, imitó sus palabras,
imitó sus hechos y se dio a la buena vida; parecía
alegre, completamente satisfecho y se tenía por
feliz cuando se le presentaba ocasión de poder
burlarse de nuestra santa religión y de los que la
seguían.
El pobre joven no quería creer que, en los
placeres, no hallaría paz; pero pronto lo
confesaba él mismo, cuando lo había experimentado.
((**It16.601**)) No
tardó mucho tiempo en contraer la enfermedad
propia de los libertinos; acudió a médicos, visitó
a cirujanos, pero ya no hubo remedio eficaz para
él; su mal se hizo incurable, tenía que prepararse
para la eternidad; y >>cómo hacerlo? Desahuciado
por los médicos, angustiado por la enfermedad que
lo atormentaba internamente, pensó, resolvió y
determinó suicidarse. Fijó el día y la hora de su
último crimen, escribió en un papel que prefería
los tormentos del infierno a los de la vida
presente y bebió ácido prúsico, el veneno más
poderoso que, apenas tragado, le causó la muerte;
ésta es la paz y la tranquilidad del deshonesto:
cum dixerit pax et securitas, tunc repentinus
superveniet interitus.
Pasemos ahora a nosotros mismos: >>qué
resolución queréis tomar después de haber visto la
vida infeliz y el fin funesto que espera al
libertino? Mirad al cielo y a la gloria
bienaventurada que os espera; pensad en el
infierno y la eterna desolación que os está
preparada; y escuchad después lo que os dice Jesús
Crucificado: si vosotros, es El mismo quien os
habla, si vosotros queréis dejar el camino de la
iniquidad, os declaro que os recibiré como Padre y
os tendré como a hijos, os ayudaré a cumplir mi
ley, repararé vuestro cansancio, daré paz temporal
y eterna a vuestras almas y aun cuando estuvierais
manchados con toda suerte de suciedades y vuestras
almas fueran de color escarlata, se tornarán tan
blancas y puras como la nieve: si fuerint peccata
vestra ut coccinum, sicut nix dealbabuntur. Pero
si queréis perseverar en vuestros nefandos goces,
sabed que para vosotros ya no habrá salida, para
vosotros no habrá
(**Es16.494**))
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