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Salió de Cannes, se detuvo en Fréjus para saludar
al Obispo. El Prelado le pidió unas medallas de
María Auxiliadora, para enviarlas a una noble
señorita de París, ahijada suya, que se encontraba
gravemente enferma y a punto de morir. La enferma
recibió una de aquellas medallas, se la puso al
cuello, comenzó una novena y, a la mitad de la
misma, quedó curada. Cuando don Bosco llegó a
París, repartía un día medallas a la gente,
apiñada a su alrededor; se le acercó también la
ahijada de Monseñor y le pidió una. El, que nunca
la había visto, la miró y le dijo:
-A usted, no; porque ya la recibió del Obispo
de Fréjus, su padrino 1.
El Obispo habíale concedido que pudiera hablar
al pueblo en la catedral, cuando quisiera. Después
del discurso, un señor de la ciudad, llamado
Fabre, padre del actual alcalde (1934), se
presentó en la sacristía para recomendar a sus
oraciones a su propia mujer, muy enferma y a punto
de perder la vista. El Santo bendijo un objeto de
devoción perteneciente ((**It16.45**)) a la
enferma y después añadió:
-Dígale que no morirá ciega.
En efecto, falleció a edad muy avanzada,
conservando siempre la vista. Padeció fuertes
dolores de ojos; especialistas de la facultad de
Montpellier le aconsejaron una intervención
quirúrgica; pero ella no quiso avenirse a ello,
repitiendo siempre: -Don Bosco me aseguró que no
moriría ciega.
Hubo en aquella ocasión varias señoras que se
hicieron celadoras de las obras salesianas; una de
ellas, soltera, fue tan activa durante muchos
años, haciendo suscripciones y recogiendo prendas
de vestir para los huerfanitos de don Bosco que un
simplón de la ciudad, cuando la encontraba por la
calle, solía saludarla diciendo:
-Buenos días, señora don Bosco.
El día seis por la tarde, llegaba a La Navarre
2. Entró en la nueva casa en medio de los gritos
de júbilo de aquellos jovencitos. Las obras,
comenzadas hacía menos de un año, se habían
realizado con tanta velocidad que no le faltaba al
edificio más que la bendición de don Bosco. En el
momento mismo de su entrada, se celebró en su
honor un cordial y breve acto académico. Terminado
éste, dijo él:
-Cuando un padre vuelve a ver a sus hijos, tras
una larga ausencia, cada uno de ellos le dice:
buenos días, padre; buenos días, papá. Y
1 Don José Ronchail dio testimonio del hecho a
Lemoyne.
2 Extraemos las noticias de la visita a La
Navarre de una breve crónica italiana de aquella
casa. En el volumen II de la Vida se cita esta
visita, refiriéndola a una carta del inspector don
Pablo Albera de este año, mientras que es del
1882. véase vol. XV, pág. 435.(**Es16.47**))
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