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Pero, cuando al caer de la tarde ve don Bosco a
sus pequeños vagabundos sin hogar donde abrigarse,
sufre mucho su corazón. Le dicen que
administrativamente la cuestión está bien
organizada de esta manera, pero él no admite esa
reglamentación.
((**It16.546**)) Le
quedan todavía unos viñedos de la herencia paterna
y los vende. Su madre manda que le lleven su ajuar
de boda, su hermosa ropa blanca que tanto
apreciaba, sus últimas joyas... Se vende todo, se
entrega todo.
Pronto son hospedados centenares de niños, se
crean nuevos oratorios, el nombre de don Bosco
comienza a correr por toda Italia, es el momento
psicológico. Se hace célebre y, por encima de
todo, es popular.
Es la época de las leyendas, que tanto le gusta
contar al pueblo. Son historias encantadoras que
explican perfectamente el poder de don Bosco.
Desgraciadamente, harían falta muchas columnas de
este diario para contarlas.
Un día, por ejemplo, un joven estudiante,
gravemente enfermo, pide a don Bosco los últimos
sacramentos. Don Bosco le dice:
-Y bien, Francisco, sientes tener que dejar
este pobre mundo; >>quieres quedarte todavía con
nosotros o partir?
-Ay, padre, no sé qué decirle, responde
Francisco; déme tiempo hasta esta tarde para
pensarlo.
-A fe mía, piensa él después, he sido bien
tonto por no haber contestado que quería ir en
seguida al paraíso; si don Bosco me lo promete,
seguro estoy de mi buena suerte.
-Pues bien, padre, le dice al llegar la tarde,
estoy decidido: hágame partir.
-Ya no es tiempo, mi querido Francisco, le
replicó don Bosco: curarás, vivirás todavía algún
tiempo y prepárate a sufrir mucho.
En efecto, el pobre estudiante sufrió mucho en
lo que le quedó de vida. Y de ahí aquel dicho
popular: <>.
En otra ocasión, movido por los sentimientos
que le manifestaban los pobres jóvenes
encarcelados a quienes había predicado un retiro,
va a ver al director del reformatorio y le pide
llevarlos de excursión.
El director replica sorprendido:
-Pero señor cura, >>cree usted que los soldados
del Rey no tienen más que hacer que acompañar de
paseo a esos granujas?
->>Quién habla de soldados, señor director? Yo
me encargo de todo y no habrá ninguna evasión.
Cosa singular, el crédito de don Bosco es tal
que el ministro Rattazzi concede el permiso. El
día señalado, trescientos cincuenta jóvenes salen
en orden, guiados por don Bosco sereno y
sonriente, que los lleva a cinco leguas de Turín.
La mayor preocupación de todos es la de no
causar un disgusto al padre Bosco. Como le ven
algo cansado, cargan sobre sus hombros las
provisiones, que llevaba el borrico destinado para
eso, y obligan a don Bosco a montar sobre el
animal y lo conducen triunfalmente ((**It16.547**)) a la
ciudad. Por la tarde, al volver, no faltaba ni uno
al pasar lista.
Son leyendas, dirán los escépticos; eso ha sido
manipulado... Sea, pero el hecho llamativo e
innegable, es éste.
Hace cuarenta años, un pobre cura, de pie sobre
un montículo decía a unos huerfanitos: <>. íPobre loco! contestaban los
sabios.
(**Es16.449**))
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