((**Es16.438**)
muerto el santo! Propaguemos el excelente libro
que nos revela su paso por este mundo.
Precisamente en el momento en que acaba de
cerrarse la tumba de uno de los más valientes
defensores de la Iglesia 1, es cuando hay que
buscar en estos relatos lo que puede reanimar
nuestro valor y fortalecer nuestras esperanzas.
J.
LAVERGNE
((**It16.530**))
56 (El original en
francés)
Un taumaturgo en 1883
(Clairon, 30 de
abril)
No se hablaba estos días en París más que de
ese humilde cura, venido de Italia, precedido de
una reputación comprometedora, la del hombre que
obra milagros.
Don Bosco predicó ayer en la Madeleine y estaba
la iglesia atestada como si se tratase de oír al
más grande orador. A las dos de la tarde, hubo que
cerrar las puertas a los que iban llegando, porque
los oyentes se estrujaban ya hasta sobre las
gradas del altar mayor: intentique ora tenebant.
Y, sin embargo, don Bosco no es un orador.
Habla con dificultad el francés y su voz no posee
la sonoridad que sacude a las masas, ni el timbre
argentino que acaricia los oídos, ni el acento que
subyuga los corazones.
Tiene un gesto sobrio y lento, la mirada como
cubierta por un velo y sin brillo; todo su
exterior irradia dulzura, sencillez y humildad
cristiana.
Con este escaso bagaje oratorio hizo frente al
público parisiense tan escéptico, tan sensible a
la fascinación de la palabra, tan dado a
compendiar todas las prendas del talento en la
elocuencia, y para el que un buen hablista es todo
lo que él quiere ser: hombre de Estado, general,
financiero y, si hace falta, todo eso a la vez.
Don Bosco subió al púlpito a las tres, habló de
su obra, expuso el desarrollo de sus empresas
caritativas, mostró la necesidad de sostener sus
orfanatos, donde ciento sesenta mil muchachos
reciben gratuitamente el alimento del cuerpo y el
del alma.
Se le oía con dificultad, apenas se le
entendía, pero su idea se había enseñoreado de la
multitud y la grandeza de su obra brillaba
deslumbrante en el templo, formando una especie de
aureola alrededor de la frente de aquel que, sin
nada, había llevado a cabo cosas tan grandes.
Nada más comenzar la colecta, las monedas de
oro cayeron abundantemente en los cepillos de
terciopelo.
((**It16.531**)) En
unos instantes hubo más de cien mil francos
depositados en la sacristía, y eso no era todo 2.
San Vicente de Paúl tampoco era orador y obraba
milagros como éstos.
Pero no; yo no quiero ver en ello un milagro,
porque sé cuán de buena gana se da en Francia, y
cómo toda llamada a la caridad pública encuentra
sonoro eco en todos los corazones.
* * *
1 Alude a la muerte de Luis Veuillot.
2 Esta cantidad es muy exagerada, llega a lo
absurdo. Se recogieron quince mil francos.
(**Es16.438**))
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