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40 (El original en francés)
Don Bosco. Primer viaje a París: mayo
1883
Bondad y sencillez, dulzura inalterable
esplenden en su frente como un rayo divino,
y, de su santidad reflejo incomparable,
preceden a sus pasos alumbrando el camino.
Luego aparece el Santo, cual de Dios enviado:
no hay embrujo en su rostro que atraiga las
miradas,
mas a todos subyuga su candor extremado
y su virtud que envidian las celestes miradas.
Se respira a su lado la atmósfera más pura
de paz dulce y serena, porque su corazón
disfruta consolando y todos su dulzura
acogen ardorosos como el más fino don.
Su palabra es sencilla porque sabe que llega
al alma la palabra bendecida por Dios;
y en su rostro hay un halo de esa luz que lo anega
resplandeciente y bella de humildad y de amor.
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Sintió en su carne el hielo del huérfano y del
niño
sin techo y sin futuro, por el camino errante;
puso en ellos sus ojos con inmenso cariño
y dirigió amoroso sus pasos adelante.
((**It16.503**)) Así
acogió a los jóvenes con corazón paterno,
los tomó de la mano y los llevó a su hogar.
Y cuando no tenía qué darles, padre tierno,
golpeaba otras puertas mendigando su pan.
Desde entonces millares de frágiles criaturas
él arrancó con garra del vicio o de la muerte.
Y el que cuida a las aves, Señor de las alturas,
también sabe guardarlos y velar por su suerte.
Al padre y a los hijos el Cielo bendecía
cuando, en familia unidos, clamaba su oración,
que Dios cuida amoroso a todo el que confía
en El. Testigos somos de esta predilección.
íQué obra más admirable, más divina y más bella!
Tanta locura asombra. Aunque él piensa que es
sólo una simple espiga, muy grácil y débil ella,
pequeña al compararla con un campo de mies.
Si el padre ya ha acallado tanta hambre que
gritaba
en la boca de tantos pobres adolescentes,
todavía ese grito suplicante no acaba
pues aún se eleva en brazos de niños indigentes.
(**Es16.418**))
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