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éste recogió a los sedientos para que no bebiesen
la muerte; aquél pintó las traiciones de los
corruptores, éste acogió en sus brazos a la
juventud que escapaba de los traidores. Así es
como la dureza de Veuillot no está en desacuerdo
con la amabilidad de don Bosco, cómo uno y otro
son grandes por su fe y su caridad. Cuando
llamaron a don Bosco a dar testimonio de sus
principios, fue tan intransigente como Veuillot;
rechazó el rosminianismo de sus escuelas, sufrió
las persecuciones de los católicos liberales, y
ante los jefes de esta secta brilló en su rostro
la noble fiereza, que caracterizaba al periodista
francés. El Osservatore Cattolico está orgulloso
de poder decir que, en los momentos más terribles
de sus luchas, cuando parecía abandonado por
todos, el periódico de don Bosco y el de Veuillot
se levantaron en su defensa y lo alentaron al buen
combate.
En estos dos hombres, pues, debemos encontrar
el gran principio animador de sus obras y de su
grandeza. La fe pura, el amor a la Iglesia, la
intransigencia de las doctrinas profesadas. París
ha aclamado este gran principio y a él elevo
((**It16.496**)) sus
homenajes. Los católicos liberales pasan, los
intransigentes sobreviven bendecidos; la falsa
caridad, este infame oropel palidece, la caridad
verdadera cobra nuevo resplandor. Nuestro valor se
reanima, porque nuestra causa es santa.
(Osservatore Cattolico de Milán, 7-8 de mayo de
1883).
32 (El original en francés)
El Director de San Sulpicio a
don Bosco
Seminario de San
Sulpicio, 1. ° de mayo, 1883
Reverendísimo Padre:
Si yo ignorara las dificultades que hay para
acercarse a usted, iría a agradecerle la visita
que tuvo la bondad de hacer el lunes por la tarde
a nuestra Comunidad. Su presencia, por la gracia
de Dios, nos ha hecho mucho bien a todos; espero
que éste sea perdurable.
Tengo el honor de enviarle, con la expresión de
nuestra gratitud, la cantidad de trescientos
veinte francos para sus obras. Es muy poco, pero
los corazones que se lo envían son totalmente
suyos.
Permítame, reverendo Padre, encomendar una vez
más el Seminario de San Sulpicio a sus oraciones y
recomendarle especialmente a su director que goza
al poder profesarse,
Su humildísimo y obediente servidor,
V. BIEIL
Director del
Seminario de San Sulpicio
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