((**Es16.41**)((**It16.37**)) Para
que la casa de Vallecrosia pudiera verdaderamente
estar en condiciones de hacer frente a los
protestantes, que disponían de cuantiosísimos
medios, se necesitaban todavía grandes gastos. En
tales casos, don Bosco solía recurrir a las rifas.
Organizó una con el Director; después le envió
desde Marsella el texto de una circular para
imprimirla y enviarla a los principales señores de
la región ((**It16.38**)) de
Liguria para pedir su apoyo con el envío de
objetos 1. Como se trataba de una obra benéfica,
se consideraba segura la autorización del
Gobernador exigida por la ley; pero resultó que
fue prohibida formalmente, lo que obligó a
suspender toda actuación.
A primeras horas de la tarde había que salir
para Mentón; pero la lentitud del coche hizo que
perdiera el tren que iba a Francia; en
consecuencia tomó el tren siguiente, que llegó
casi a media noche. Habíale invitado un lord
inglés, a quien tal vez había conocido en Cannes;
pero, a aquella hora y sin conocer su domicilio,
anduvieron dando vueltas bastante tiempo hasta
encontrar quien les indicase la casa. Finalmente,
dieron con ella y don Bosco, que se sentía
extenuado, pudo descansar un poco. Al día
siguiente, celebró la misa en la capilla de un
centro religioso vecino. Buscó también al señor
Saint-Genest,
por aquellos alrededores. Eran seis: se apostaron
en los patios y en los rincones más apartados del
viejo recinto. Pasado el susto, las Hermanas se
acercaron a ellos y los encontraron muy mansos. A
la mañana siguiente, salieron uno tras otro como
habían entrado, e hicieron lo mismo durante todo
un mes. Más tarde, sólo aparecieron tres. Uno de
ellos murió envenenado;pero vino enseguida otro a
sustituirlo. Continuaron así la guardia hasta que
desapareció todo peligro.
Un tercer caso ocurrió en Francia en La
Navarre, entre 1898 y 1900. Sor Josefina Crétaz y
sor Verina Valenzano, que lo escriben veinte años
después, no recuerdan con exactitud la fecha.
Acostumbraban por allí, a fines de octubre, ir a
los pueblos cercanos a la recolección de las
castañas, y pasaban fuera de casa tres días.
Aquella vez partieron juntas las dos hermanas
mencionadas. De un pueblo de aquellos al otro
había cuatro horas de camino, casi siempre
atravesando bosques con rarísimas casas. Al llegar
a cierto punto solitario y silencioso las venció
el miedo.
-íAquí pueden asaltarnos, decían, sin que nadie
nos defienda o se dé cuenta!
Mientras hacían estas tristes reflexiones,
oyeron un ruido de hojarasca en el bosque; parecía
el paso de alguien que caminaba sobre las hojas.
Pero no veían nada. De repente apareció un perrazo
que se acercaba meneando la cola, dio vueltas a su
alrededor, acercó la cabeza hasta sus hombros como
para decir:
-íNo temáis, aquí estoy yo! Y después corrió
hasta la mitad del prado, agarró con los dientes
una rama de castaño y la lanzaba a lo alto y
volvía a agarrarla con la boca, caminando de esta
manera delante de ellas como si quisiera
distraerlas.
->>Será el Gris de don Bosco?, se dijeron una a
otra las dos hermanas.
Esperaban llevarlo a casa al regreso; pero, ya
cerca del pueblo, encontraron un coche con unas
señoras conocidas; se detuvieron a hablar con
ellas y el perro desapareció sin dejar rastro de
sí.
1 Véase Apéndice, doc. núm. 15.(**Es16.41**))
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