((**Es16.400**)
pobre anciano, que se mesaba los cabellos con
desesperación y gritaba: <>. La señorita de Sénislhac se emocionó
profundamente y, abriendo paso en el salón al
señor de Bouillé, explicó ella el caso tan
elocuentemente que la emoción se apoderó de todos
los presentes, en nombre del héroe de Patay, y
nadie se atrevió a hacer valer sus derechos de
entrada ante don Bosco; se inclinaron todos con
respeto y entró el anciano; en pocos minutos,
ayudado por el padre Argant, convenció a don Bosco
y lo llevó a todo galope ante el pequeño
moribundo.
Sábado, 28. La multitud para la audiencia de
don Bosco en esta tarde, ha sido enorme. El
primero ha sido monseñor de Fougerais. Mientras yo
empleaba todas las fuerzas del mundo para guardar
mi puesto e impedir las avalanchas, a eso de las
cuatro de la tarde, una señora vestida de negro,
pero con unos andares singularmente masculinos, me
preguntó por el reverendo De Barruel; estaba él
arriba, ocupado con la correspondencia y yo tenía
orden de no molestarle. Respondí negativamente.
<>.
El tono impertinente con que pronunció las últimas
palabras me dio valor para responderle: <>. Se encaminó ella hacia la escalera y,
ya iba yo a agarrarla por el brazo, cuando la
señorita Sénislhac, alarmada por el ruido, llegó y
le declaró que estaba en su casa y le prohibía
entrar en las habitaciones. <<>>Es usted la
señorita de Sénislhac?>>, preguntó la
impertinente. <>. Entonces ella se
calmó, entró en razón, dijo que quería hablar con
el reverendo de Barruel, porque se trataba de una
invitación para él, para don Bosco y el padre
Forbes, para comer al día siguiente en su casa.
Era la señora D'Arsc.
Domingo 29. Sermón de don Bosco a las tres de
la tarde en la Madeleine. Todos estos días he
estado distribuyendo a sus visitantes prospectos y
listas de señoras encargadas de los donativos. Hoy
no tenemos audiencia y mañana será la última. El
santo varón ha de ir a Lille y nosotras haremos
ejercicios espirituales.
La señorita de Sénislhac ha recibido una carta
del señor Sakakini, cónsul general del Sha de
Persia en Francia. Esta carta, de cuatro páginas,
tiene por objeto solicitar una visita de don Bosco
a la señora Sakakini, enferma desde hace dos años.
Parece ser que, el viernes, el doctor Guillon
se ha quejado por la aglomeración de personas en
la calle y en el patio de entrada. Ha escrito
incluso a la señora de Lavau, propietaria del
inmueble, y ha amenazado con despedir al portero.
Pero éste no se ha desconcertado y ha declarado
que, entre la gente que invadía la calle y el
patio, reconocía a todos los amigos de sus amos y
no podía echarlos.
((**It16.482**)) Lunes,
30 de abril. A pesar de la dicha que tenemos de
servir a don Bosco, estamos tan cansadas que no
podemos más. Nos hemos puesto afónicas de tanto
repetir siempre las mismas cosas a gente que no
entiende nada por el disgusto de las largas
esperas.
El Rdo. Padre Chauveau y el abate Lebeurrier
tuvieron la primera audiencia. Ambos se
arrodillaron ante el santo con una humildad
conmovedora.
Don Bosco llegó tarde; estaba tan rodeado de
gente en la calle que, para venir de la casa del
señor cura Párroco, es decir, del n.° 8 al n.° 27,
empleó una hora y media. De modo que también él
estaba enormemente fatigado. Pidió a la señorita
Jacquier algo para beber. Esta le preparó a toda
prisa una mezcla de agua tibia con málaga.
Al atravesar el patio de entrada, le
presentaron un niño enfermo, acostado en un
cochecito. Miró al enfermo y dijo: -Si don Bosco
estuviera solo, haría andar al niño, pero hay
demasiada gente aquí. El niño andará el día de la
Asunción; si permaneciera
(**Es16.400**))
<Anterior: 16. 399><Siguiente: 16. 401>