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delante su antiguo amigo, el famoso Gris, a quien
no veía hacía treinta años. El buen animal se
acercó alegremente y, después, se echó a andar
como a medio metro delante de él, lo necesario
para ser visto entre las tinieblas. El perro
caminaba a paso lento y acompasado, de modo que lo
pudiera seguir quien caminaba con dificultad, y
tenía cuidado de que evitara los charcos dando un
rodeo. Al llegar cerca de casa, desapareció.
Don Celestino Durando, que iba con cuidado para
no caer en el barrizal, siempre aseguró que no
había visto nada; pero don Bosco narró varias
veces el hecho. Un día lo contó también en
Marsella en casa de los señores Olive durante la
comida 1. La señora le preguntó:
->>Pero, cómo se explica que el perro pudiera
tener tantos años, cuando la vida ordinaria de los
perros no alcanza a tantos?
Don Bosco le contestó sonriendo:
-Sería un hijo o un nieto de aquél.
En otra ocasión se le preguntó qué forma tenía.
-La de un perro, contestó con toda naturalidad
2.
1 En la traducción italiana del Bom Bosco del
doctor D'Espiney, falta este episodio. Don Miguel
Rúa, que había encargado a don Domingo Ercolini la
traducción de este libro, le ordenó que lo
suprimiera junto con otras noticias que a él no le
constaban. Pero el mismo don Miguel Rúa dijo
después al traductor que el autor se había quejado
de la supresión, puesto que se lo había contado el
mismo don Bosco.
-Yo no lo conocía, contestó don Miguel Rúa para
justificarse.
2 El archivo de las Hijas de María Auxiliadora
guarda tres curiosas relaciones de casos y de
perros, que recuerdan al Gris de don Bosco.
El 2 de noviembre de 1893, volvían a pie dos
Hermanas, desde Asís a su colegio de Cannara y se
vieron sorprendidas en el camino por la niebla y
la obscuridad de la noche, en despoblado y lejos
de la casa. Las asaltó el miedo. Sor Amalia Calaón
dijo a la compañera:
-íSi don Bosco nos enviara a su Gris!
-íEs verdad!, exclamó sor Anita Dallara con voz
temblorosa.
No pasaron dos minutos cuando del seto vecino
salió de repente un gran perro, que saltó una
zanja y, jadeando fuerte, se echó a andar en medio
de las dos. Era alto, de pelo gris, orejas grandes
y caídas y los ojos relampagueantes en la
oscuridad. Como para animarlas, el buen animal
levantaba el hocico, miraba ya a una ya a otra,
como a personas conocidas de mucho tiempo atrás, y
les lamía sus manos. Al llegar al colegio,
mientras hablaban para darle de comer, el animal
se volvió rápidamente y salió a toda prisa por la
puerta de la calle. Corrieron las hermanas para
detenerlo, pero ya no le vieron en la ancha plaza,
ni a lo largo de la calle adyacente.
El año 1930, construían las Hijas de María
Auxiliadora en Barranquilla (Colombia) un
edificio. Cada día oían noticias de hurtos y
violencias en la ciudad y alrededores y temían,
ellas también, la visita de los ladrones, porque,
desde el mes de abril, tenían al descubierto
montones de materiales de construcción y para la
instalación de lavabos, baños, puertas, ventanas y
cosas similares. íLos ladrones, conocían
perfectamente el camino! Efectivamente, antes de
comenzar las obras, ya habían entrado en casa
cuatro veces, aunque sin causar más daños que el
susto.
Así las cosas, las Hermanas rogaron a don Bosco
que les enviara a su Gris para guardarlas. Pues
bien, una noche entró en el pasillo de la antigua
casa un conjunto de perros nunca vistos(**Es16.40**))
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