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una buena muerte. Le encomiendo también a mi
familia; tengo diez sobrinitos huérfanos.
Lyon, 23 de abril de 1883.
Su
humildísima servidora,
BENITA DUMORAND
22 bis (El original en francés)
Diario de visitas en la casa
Sénislhac, en París
EXTRACTO DE LA CRONICA DE LA CASA
DE PARIS
1883
(Relato de la señorita
Bethford)
Miércoles, 18 de abril. La señorita de
Sénislhac, enterada de que don Bosco iba a venir a
París y que residiría en casa de la señora de
Combaud, visitó a esta señora para rogarle que le
facilitara una audiencia. La señora de Combaud le
preguntó si nosotras daríamos hospitalidad a don
Bosco para las audiencias de la tarde. La señorita
de Sénislhac aceptó.
Jueves, 19. La señorita de Sénislhac oye la
misa de don Bosco en las Carmelitas; luego, con
una de sus compañeras, va a visitarlo en casa de
la señora de Combaud. El se muestra muy conforme y
dice que comenzará a recibir visitas en nuestra
casa, calle de la Ville l'Evêque, hoy mismo de 4 a
6 de la tarde. Los días siguientes será de 3 a 6.
Esta tarde han venido muchas personas... que
han esperado en vano a don Bosco.
Viernes, 20. A partir de las 2, hemos estado
bloqueadas por una muchedumbre que deseaba ver a
don Bosco. No nos esperábamos tal afluencia. Como
deseábamos que la primera bendición que diera en
esta casa el Santo fuera para nosotras, nos
reunimos en la biblioteca, apenas llegó. No pude
impedir que un sacerdote, paisano de don Bosco, se
colocara, pese a mis órdenes en contrario, en la
Biblioteca para tener con nosotras la primera
audiencia; pero fue discreto y no escuchó lo que
dijimos; de todas formas, como no comprendía el
francés, no hubiera habido en ello inconveniente.
Contábamos con la presencia del abate de Barruel
para introducir a los visitantes. Pero no fue así,
ya que, según nos contó don Bosco, el reverendo de
Barruel se fue a hacer unas visitas, asegurando
que regresaría a las seis de la tarde.
La señorita Jacquier se situó ante la puerta
que comunica el salón con la biblioteca, es decir,
en la puerta de entrada. Yo ((**It16.477**)) me
coloqué a la salida de la Biblioteca que da al
descansillo. Así quedaba don Bosco bien protegido.
La Condesa Trappani, su hija y su séquito
estaban en el salón, confundidas entre la gente,
que, después de todo, se componía de la flor y
nata de la sociedad. Ella me hizo pasar su
tarjeta. Entré en la Biblioteca y la llamé, pero
la barrera humana era infranqueable. Hacía dos
horas, por lo menos, que las pobres princesas
estaban allí aguantando. Pude, por fin, hacerlas
entrar ante don Bosco por la puerta pequeña. Ellas
se quedaron muy agradecidas.
...Son las seis de la tarde, el salón está aún
lleno; no hay asientos, están todos ocupados; yo
estoy escribiendo de rodillas.
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