((**Es16.390**)
aquellos muchachos vagabundos, que él había ido
recogiendo por las plazas de la capital
piamontesa.
Desde entonces, la obra de don Bosco ha ido
haciendo camino. Se ha abierto paso con enorme
rapidez. Dios ha fecundado los trabajos del santo
sacerdote y ha multiplicado los hijos de su
caridad. El humilde refugio de la calle Cottolengo
se ha convertido en el magnífico oratorio de San
Francisco de Sales, Casa Madre de las obras
salesianas; allí se cobijan ((**It16.469**)) bajo
un mismo techo más de quince mil 1 hijos del
pueblo animados por un mismo espíritu; allí,
finalmente, con su sistema preventivo, don Bosco
ha resuelto un problema filosófico y social,
soñado por todos los legisladores. Este sistema
totalmente apoyado en la razón, la religión y el
amor, se anticipa a la transgresión, antes que a
reprimirla, y ha producido, en todos los centros
de educación salesiana, maravillosos resultados.
Francia tiene el honor, desde hace ocho años,
de contar con algunas casas fundadas por don
Bosco. El Patronato de San Pedro, en Niza, y el
Oratorio de San León, en Marsella, están, a pesar
de los turbulentos tiempos que atravesamos, en
pleno auge. En los departamentos de Var y
Bouches-du-Rh“ne, hay dos escuelas agrícolas. En
los Oratorios franceses, igual que en Italia, la
juventud recibe educación cristiana y aprende un
oficio que le permitirá más adelante ganarse
honradamente la vida en el mundo y ser útil a la
sociedad.
Para la fundación de las casas francesas, don
Bosco ha sido fuertemente ayudado por los miembros
de su Congregación. El encontró, sobre todo, para
la difusión de sus obras en Francia, un celoso
colaborador en don José Ronchail, uno de sus hijos
predilectos. Director, desde su fundación, del
Patronato de San Pedro, en Niza, este digno
sacerdote, que hoy está en la plenitud de su edad,
ha conseguido en pocos años establecer
sólidamente, en nuestra nación, la obra salesiana.
Unas cuantas líneas sobre el Patronato de San
Pedro -primer centro fundado por don Bosco en
Francia- podrán dar al lector una idea de la
admirable iniciativa de los oratorios salesianos.
Es un espectáculo conmovedor la vida de esta
colmena que se denomina Patronato, dulce refugio
que cobija más de doscientos muchachos, arrancados
al vicio y a la miseria; muchos de ellos son
huérfanos y han encontrado en don José Ronchail un
padre que les guía por la senda de la vida y les
marca el camino del cielo. El reglamento ofrece
una justa proporción entre el trabajo manual y el
estudio. Se levantan a las cinco de la mañana y se
acuestan a las nueve de la noche. El primer rato
de la mañana se dedica al aseo personal, cosa
novedosa para la mayoría de los recién ingresados,
y a la asistencia a la Misa. A las ocho, los
talleres están en plena actividad y ésta no cesa,
hasta la seis de la tarde, más que para el tiempo
de la comida y del recreo. Por la tarde, tienen
lugar las clases, donde, además de la enseñanza
religiosa, se les enseña lengua francesa, música y
otras materias que harán de ellos obreros
ilustrados y honrados. Recorriendo los talleres
del Patronato, se siente palpitar el corazón,
conmovido por las más emotivas impresiones y se
prueba una verdadera complacencia, un auténtico
gozo, al encontrarse en medio de una juventud, que
exhala perfumes de inocencia, simpatía y alegría,
creciendo bajo la égida paternal de los hijos de
don Bosco ((**It16.470**)) y al
abrigo de los zarpazos de la miseria y del
infortunio. Los jóvenes aprendices, carpinteros,
cerrajeros, zapateros, sastres, tipógrafos y
encuadernadores tienen todos buena cara y están
contentos y satisfechos de su suerte. íAh, sin don
Bosco, sin la caridad cristiana, cuántos de ellos,
tan felices hoy, se sumirían en el vicio para caer
más tarde en el robo y en la infamia, para
terminar en
1 En esta elevada cifra, se incluyen también
los muchachos del oratorio festivo.
(**Es16.390**))
<Anterior: 16. 389><Siguiente: 16. 391>