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((**Es16.384**) pronto como encuentre los medios necesarios con un milagro, que me promete san José-Benito Labre, que yo pido sea muy grande y que usted, que es tan querido por Dios, puede pedir conmigo. Le gustará a usted saber que el trabajo de estos dos volúmenes ha tenido a este su hijo espiritual en continua relación con Benito-José Labre y con todos los santuarios milagrosos del mundo, lo cual ha sido para él fuente de grandes gracias sobrenaturales que santifican cada vez más, de modo que en este momento él pertenece más al cielo que a la tierra, por lo ((**It16.462**)) que usted dará las gracias por él a Dios, a la Santísima Virgen, a san José, a san Francisco de Sales y a todos los Santos. Con el quinto volumen de los Esplendores de la fe, le envío mis dos últimos opúsculos, volúmenes ciento sesenta y uno y ciento sesenta y dos. Son dos catálogos de fotografías sobre vidrio o cuadros transparentes; uno con dos mil cuatrocientos cuadros para la enseñanza ilustrada de mis Esplendores de la fe, enseñanza que, según mi profunda convicción, que Su Santidad León XIII se ha dignado confirmar, es el medio más eficaz para la vuelta a la fe, pues es la más elocuente y la más irresistible de las predicaciones. Reverendo Padre, usted ha consagrado su vida a la caridad, mediante la enseñanza y el trabajo inteligente; ha consagrado totalmente su vida a evangelizar a los pobres, pauperes evangelizantur, y reconocerá, así lo espero, que mis dos colecciones de cuadros son en realidad el programa de su admirable apostolado. Son verdaderamente dos grandísimas empresas, cuya organización me ha costado más de quince mil francos; las hago suyas, las pongo bajo su patrocinio y el pido encarecidamente que las bendiga con la seguridad de que, bendecidas por usted, prosperarán y darán frutos de salvación. Querría ser rico para dotar a su admirable Instituto mis dos colecciones completas; íqué maravillas haría usted con ellas! Pero lo que hoy no puedo hacer con usted y por su mediación, tal vez pueda hacerlo algún día. Haga usted desde ahora una selección de los cuadros que más le sirven, mi buen Padre, y yo me daré prisa por enviárselos. Su retrato, mi buen Padre, es uno de los más bellos esplendores de la Fe. Ahora que he vaciado mi corazón en el de mi Padre, me siento feliz del todo. Antes de concluir, permítame confiarle una de mis mayores inquietudes. Para el éxito de mi apostolado de los Esplendores de la fe, sería menester que mis proyectados cálculos fuesen autorizados en las iglesias; actualmente las costumbres de nuestra Francia eclesiástica son tales que no obtendré esta autorización, más que por una serie de milagros, que le ruego encarecidamente solicite conmigo. La Congregación de Ritos, consultada por el Rvdo. P. Torcuato Armessino, me ha contestado que no veía inconveniente de ninguna clase en estos proyectos, pero que se necesitará largo tiempo para vencer escrúpulos tan arraigados. Pero perdóneme, reverendo Padre, este prolijo garabatear. No sé cómo empecé a escribir. Acababa mis oraciones, cuando me vino esta inspiración y no pude resistirla. Una hora después, mi carta estaba terminada. Que le sea grata, pues era una obligación de conciencia, por mi parte, y estoy dispuesto a recibir no sólo sus consejos, sino sus mandatos, y a ejecutarlos cualesquiera que ellos sean. Dígnese, mi buen Padre, recomendar a sus salesianos, mis queridos hermanos, el apostolado ((**It16.463**)) de mis Esplendores de la fe. Aquí me tiene a los pies de su paternidad, con los sentimientos de una veneración sin límites y pidiéndole su bendición. Su humilde hijo, Abate F. MOIGNO (**Es16.384**))
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