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pronto como encuentre los medios necesarios con un
milagro, que me promete san José-Benito Labre, que
yo pido sea muy grande y que usted, que es tan
querido por Dios, puede pedir conmigo.
Le gustará a usted saber que el trabajo de
estos dos volúmenes ha tenido a este su hijo
espiritual en continua relación con Benito-José
Labre y con todos los santuarios milagrosos del
mundo, lo cual ha sido para él fuente de grandes
gracias sobrenaturales que santifican cada vez
más, de modo que en este momento él pertenece más
al cielo que a la tierra, por lo ((**It16.462**)) que
usted dará las gracias por él a Dios, a la
Santísima Virgen, a san José, a san Francisco de
Sales y a todos los Santos.
Con el quinto volumen de los Esplendores de la
fe, le envío mis dos últimos opúsculos, volúmenes
ciento sesenta y uno y ciento sesenta y dos. Son
dos catálogos de fotografías sobre vidrio o
cuadros transparentes; uno con dos mil
cuatrocientos cuadros para la enseñanza ilustrada
de mis Esplendores de la fe, enseñanza que, según
mi profunda convicción, que Su Santidad León XIII
se ha dignado confirmar, es el medio más eficaz
para la vuelta a la fe, pues es la más elocuente y
la más irresistible de las predicaciones.
Reverendo Padre, usted ha consagrado su vida a
la caridad, mediante la enseñanza y el trabajo
inteligente; ha consagrado totalmente su vida a
evangelizar a los pobres, pauperes evangelizantur,
y reconocerá, así lo espero, que mis dos
colecciones de cuadros son en realidad el programa
de su admirable apostolado. Son verdaderamente dos
grandísimas empresas, cuya organización me ha
costado más de quince mil francos; las hago suyas,
las pongo bajo su patrocinio y el pido
encarecidamente que las bendiga con la seguridad
de que, bendecidas por usted, prosperarán y darán
frutos de salvación. Querría ser rico para dotar a
su admirable Instituto mis dos colecciones
completas; íqué maravillas haría usted con ellas!
Pero lo que hoy no puedo hacer con usted y por su
mediación, tal vez pueda hacerlo algún día. Haga
usted desde ahora una selección de los cuadros que
más le sirven, mi buen Padre, y yo me daré prisa
por enviárselos. Su retrato, mi buen Padre, es uno
de los más bellos esplendores de la Fe.
Ahora que he vaciado mi corazón en el de mi
Padre, me siento feliz del todo. Antes de
concluir, permítame confiarle una de mis mayores
inquietudes. Para el éxito de mi apostolado de los
Esplendores de la fe, sería menester que mis
proyectados cálculos fuesen autorizados en las
iglesias; actualmente las costumbres de nuestra
Francia eclesiástica son tales que no obtendré
esta autorización, más que por una serie de
milagros, que le ruego encarecidamente solicite
conmigo. La Congregación de Ritos, consultada por
el Rvdo. P. Torcuato Armessino, me ha contestado
que no veía inconveniente de ninguna clase en
estos proyectos, pero que se necesitará largo
tiempo para vencer escrúpulos tan arraigados.
Pero perdóneme, reverendo Padre, este prolijo
garabatear. No sé cómo empecé a escribir. Acababa
mis oraciones, cuando me vino esta inspiración y
no pude resistirla. Una hora después, mi carta
estaba terminada. Que le sea grata, pues era una
obligación de conciencia, por mi parte, y estoy
dispuesto a recibir no sólo sus consejos, sino sus
mandatos, y a ejecutarlos cualesquiera que ellos
sean. Dígnese, mi buen Padre, recomendar a sus
salesianos, mis queridos hermanos, el apostolado
((**It16.463**)) de mis
Esplendores de la fe. Aquí me tiene a los pies de
su paternidad, con los sentimientos de una
veneración sin límites y pidiéndole su bendición.
Su humilde hijo,
Abate F. MOIGNO
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