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transitoria) y que, por consiguiente, hubiese un
comedor expresamente destinado al efecto, donde
tomase parte alguno para hacer compañía, siguió
diciendo poco más o menos de esta manera:
-La Congregación necesita una purga. Lo primero
es cerrar la casa a toda mujer. No duerma ninguna
en casa; que no venga ninguna a dormir a casa.
Tómese esto en seria consideración. En segundo
lugar es preciso cuidar que lo establecido, para
separar a las Hermanas, se lleve a cabo lo antes
posible, pues es cosa de suma importancia...
Debido a informes que llegaron a ((**It16.415**)) Roma,
algunos de la Congregación de Obispos y Regulares
propusieron una visita apostólica, que se habría
llevado a efecto, de no haberlo impedido el Padre
Santo. Una visita de esta clase habría sido en
desdoro de nuestra fama. Fue la causa el hecho
siguiente. Se denunció a la Santa Sede algo
lúbrico, con visos de verosímil; pero que
afortunadamente no respondía a la verdad. Que un
Salesiano, el cual iba frecuentemente por los
talleres de costura de las Hermanas, había
concertado la fuga con una de ellas; pero que, por
causa imprevista, falló el golpe. Este fue en
sustancia el contenido del informe. Todo esto fue
referido por escrito al cardenal Ferrieri, el cual
propuso al Padre Santo la mencionada visita.
Propuso después don Francisco Cerruti que se
fijase un tiempo para realizar las obras
necesarias de la separación de las Hermanas, y don
Bosco contestó:
-Os doy un año a partir del día de hoy.
Finalizado el año, se hará una visita oficial,
para ver si se ha cumplido o para dar prisa al
cumplimiento de las obras.
Al discutirse el tema de las ordenanzas
profesionales y las vocaciones religiosas de los
aprendices, se trató de la conveniencia de alejar
a los sujetos peligrosos.
-Convendría hacer, dijo don Bosco, lo que le vi
hacer a cierto sujeto con el trigo. Estaba yo
viendo cribar el trigo y había muchas personas
ocupadas en esta tarea.
-Quiero aprender a cribar el trigo, dije.
-Bueno, me contestaron, haga lo que hacemos
nosotros.
Uno tenía un saco y echaba el trigo en la
criba. Otro la zarandeaba y caía abajo tanta
granza que yo creía completamente acabada la
operación. Pero aquel trigo se pasaba a otra
criba, y aún caían residuos. Creí que ya bastaba;
pero no era así. Una tercera criba, más fina, dejó
caer todavía algunas impurezas.
-Ahora ya estará bien, dije yo; lo demás será
perder tiempo.
-No, mire, fíjese bien. Este trigo no está
limpio; estos granitos,
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