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un golpe, que la Virgen hizo fracasar, y volvieron
los Salesianos a disfrutar de la bonanza y
seguridad necesaria para encontrar finalmente un
local en la ciudad. En cuanto a los medios para la
adquisición del mismo, había dicho don Bosco:
-Esperaremos a que la Providencia nos lo dé; y,
si no nos los da, la obligaremos a la fuerza.
Ya había escrito al canónigo José Cavina 1:
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>>Vamos a dejar el campo en manos del enemigo?
Jamás. En los grandes peligros, hay que redoblar
los esfuerzos y sacrificios. Nosotros trabajaremos
con gusto hasta donde alcancen nuestras fuerzas;
pero es menester también que V. S. y sus amigos
nos ayuden eficazmente a abrir un hospicio para
los muchachos pobres. Estúdiese y hágase>>.
Se estudió, se hizo y los medios no faltaron.
BOSTON
Tenemos que aclarar todavía un punto del sueño.
Don Bosco había preguntado a Luis Colle cuándo
tendrían que ir los Salesianos a Boston, donde se
los esperaba. Un párroco de Boston, monseñor
Bouland, había proyectado fundar en la ciudad una
obra, que, con el título de Nuestra Señora de las
Victorias, y bajo el aspecto de una Sociedad,
desplegara una intensa acción para la conversión
de los protestantes, el culto mariano, el honor de
la Iglesia Católica y para socorrer al Papa. A tal
fin, los asociados se comprometerían a desembolsar
una cantidad determinada individualmente y sus
decuriones recogerían más. El centro de la
asociación tenía que ser un colegio de sacerdotes
misioneros, pero excluidos los religiosos; se
pedían sacerdotes seculares, activos, sobre todo
en la predicación y en la educación de la juventud
2.
Pero, en la práctica, no se encontró ni se
esperaba encontrar una asociación de sacerdotes
como la que se deseaba, dispuestos a convivir como
religiosos sin serlo. Por esto, los amigos
parisienses del párroco le aconsejaron que se
dirigiera a don Bosco y rogaron al célebre abate
Moigno que entablara las primeras negociaciones.
Este envió a don Bosco una parte de los
documentos, que le habían llegado de América, y se
ofrecía, además, para enviar a Turín, si hiciese
falta a
1 Turín, 17 de septiembre de 1883. Véase vol.
XV, pág. 304 y sigs.
2 Carta de monseñor Bouland al arzobispo
monseñor Williams, Boston, 23 de noviembre de
1882. Una parte de los documentos, acerca de este
asunto, se conservan en nuestros archivos.
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