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que impedían a los hijos de éstos últimos acudir
allí, ya fuera por hereditaria antipatía de las
familias, ya fuera por temor a riñas entre los
muchachos. No quedaba más recurso que volver
((**It16.403**)) los
ojos a la ciudad, donde, como para aconsejar la
elección, sobrevino la llegada de los
protestantes, que se habían instalado a la chita
callando con su iglesia abierta al público. Todas
estas razones juntas determinaron por fin
trasladar los lares a la ciudad. Pero, antes de
realizarlo, hubo que salvar muchas dificultades.
Fracasaban una tras otra las repetidas
búsquedas de un edificio en la ciudad y los
anticlericales se afanaban con ocultas y
manifiestas hostilidades para echar también a los
Salesianos de su vivienda en el arrabal. En el mes
de febrero, preguntaba oficialmente el real
subgobernador al alcalde de Faenza si era cierto
que en el instituto, llamado de los Salesianos, se
enseñaba dibujo y las materias establecidas por
los programas para las escuelas elementales; y, en
caso afirmativo, cuántos eran los alumnos y qué
edad tenían; si los maestros, incluso el que
enseñaba dibujo, poseían los títulos requeridos
por la ley; en qué días y a qué horas se impartía
la enseñanza; y, por fin, si se había presentado
relación de todo ello, para el año escolar en
curso, de acuerdo con las prescripciones de la
ley, a la autoridad escolástica estatal.
Por aquellos desgraciados años y en otros
posteriores, comenzaban semejantes inquisiciones
con medidas vejatorias, camufladas de legalidad; y
lo mismo en la Italia central que en la
meridional, donde no estaban acostumbrados a
semejantes abusos, se acobardaban los católicos
ante amenazas de esta clase. Pero los Salesianos,
pertrechados ya de tiempo atrás en Piamonte contra
luchas de este género, no se dejaban arredrar tan
fácilmente. Don Juan Bautista Rinaldi, con toda la
diligencia y sangre fría posibles, contestó al
alcalde que, en la casa de los Salesianos de
Faenza, no había escuelas para las que se
necesitasen maestros titulados, aun cuando los que
allí se encontraban realmente lo fueran 1. No se
necesitó más para cerrar la entrada a ulteriores
injerencias por aquella parte.
Fallado el golpe, saltaron a la liza los
periódicos llamados democráticos. La Montagna,
reciente hoja ((**It16.404**)) de
Faenza que se imprimía en Imola, denunciaba en su
número del siete de abril <>, donde se preparaban
trescientos enemigos de Italia, en la persona de
otros tantos muchachos engatusados con toda clase
de medios. A fines de junio se recogían firmas por
tiendas y cafeterías contra los salesianos.
Precisamente entonces el
1 Correspondencia de 18 de febrero de 1883.
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