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de formas extrañas y horribles. Hormigueaban por
las faldas de los montes, por los senos de las
colinas, por los salientes de aquellos montes y de
aquellas colinas cubiertas de sombra, por las
orillas de los lagos, por las márgenes de los
ríos, por las llanuras, por los declives, por las
playas. Unos parecían perros con alas y eran
extraordinariamente gordos, de abultado abdomen
(símbolo de la gula, de la lujuria, de la
soberbia). Otros eran sapos grandísimos que se
alimentaban de ranas. Se veían ciertos escondrijos
llenos de animales de formas diversas de los que
nosotros conocemos. Estas tres especies de
alimañas ((**It16.394**))
estaban mezcladas y gruñían sordamente como si
quisieran morderse. Se veían también tigres,
hienas, leones, pero diferentes de las especies
comunes de Asia y Africa. Mi compañero me dirigió
entonces la palabra diciéndome mientras me
señalaba aquellas fieras:
-Los Salesianos las amansarán.
El tren, entretanto, se acercaba al lugar de
donde habíamos salido, del cual estábamos ya poco
distantes. El joven Colle sacó entonces un mapa
topográfico de una belleza extraordinaria y me
dijo:
->>Queréis ver el viaje que habéis hecho? >>Las
regiones que hemos recorrido?
-Con mucho gusto, le respondí.
El entonces extendió aquel mapa en el cual
estaba dibujada con maravillosa exactitud toda la
América del Sur. Aún más, allí estaba representado
todo lo que fue, todo lo que es, todo lo que será
aquella región, sin confusión alguna, sino con una
claridad tal que de un solo golpe de vista se veía
todo.
-Yo lo comprendí inmediatamente, pero como los
detalles eran tantos, la clara visión de aquellas
cosas me duró apenas una hora, y en la actualidad
en mi mente reina una gran confusión.
Mientras contemplaba aquel mapa a la espera de
que el jovencito añadiera alguna explicación,
emocionado por la sorpresa de lo que tenía ante
mis ojos, me pareció que Quirino 1 tocase el Ave
María del alba, pero me desperté y me di cuenta
que eran las campanas de la parroquia de San
Benigno. El sueño había durado toda la noche.
Don Bosco puso término a su relato con estas
palabras:
-Con la dulzura de San Francisco de Sales, los
Salesianos atraerán hacia Cristo los pueblos de
América. Será empresa dificilísima el moralizar a
los salvajes; pero sus hijos obedecerán con toda
facilidad las consignas de los misioneros y se
fundarán colonias y la civilización suplantará a
la barbarie y así muchos salvajes entrarán en el
redil de Cristo.
Como confirmación de estas extraordinarias
visiones, apenas habían pasado unos días, cuando
el Obispo de San José de Costa Rica, monseñor
Bernardo Augusto Thiel, y algunos señores de la
Misión, escribían una carta a don Bosco pidiéndole
algunos Misioneros salesianos. Ahora bien, esta
ciudad se encuentra precisamente bajo el grado 10,
mencionado en el sueño.
El Santo mismo, escribiendo al Conde Colle el
11 de febrero de 1884, ((**It16.395**)) dirá:
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