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((**Es16.330**) República del Paraguay; entraría después en la provincia de San Pablo, en el Brasil, llegando a Río de Janeiro. De una estación intermedia, en la provincia de San Pablo, partiría tal vez la línea ferroviaria que pasando entre los ríos Paraná y Uruguay, uniría la capital del Brasil con las Repúblicas del Uruguay y Argentina). El tren continuaba en marcha, y girando hacia una parte y hacia la otra, después de un largo espacio de tiempo, se detuvo por segunda vez. Aquí descendió también del convoy mucha gente que pasando bajo las Cordilleras se dirigió hacia Occidente. (Don Bosco indicó en la República Argentina la provincia de Mendoza. Por tanto, la estación era tal vez la de Mendoza y el túnel el que ponía en comunicación con Santiago, capital de la República de Chile). El tren reemprendió la marcha a través de las Pampas y de la Patagonia. Los campos cultivados y las casas esparcidas por una parte y otra, indicaban que la civilización tomaba posesión de aquellos desiertos, Al comenzar a recorrer la Patagonia, pasamos junto a una ramificación del Río Colorado o del Chubut (o tal vez del Río Negro). No podía comprobar si su corriente iba hacia el Atlántico o hacia las Cordilleras. Quería resolver este problema pero no lo lograba, no siendo posible el orientarme. Finalmente llegamos al Estrecho de Magallanes. Yo miraba. Bajamos. Ante mí, veía Punta Arenas. El suelo, por espacio de varias millas, estaba todo recubierto de yacimientos de carbón, de tablas, de travesaños ((**It16.392**)) de madera, de inmensos montones de metal, parte en bruto, parte trabajado. Largas filas de vagonetas de mercancías ocupaban las vías. Mi amigo me señaló todas estas cosas. Entonces le pregunté: ->>Y qué quiere decir todo esto? El me respondió: -Lo que ahora es sólo un proyecto, un día será realidad. -Estos salvajes en el futuro serán tan dóciles que ellos mismos acudirán a instruirse, rindiendo su tributo a la religión, a la civilización y al comercio. Lo que en otras partes es motivo de admiración, aquí lo será hasta el punto de superar a cuanto causa estupor entre otros pueblos. -Ya he visto bastante, repliqué; ahora llévame a ver a mis Salesianos de la Patagonia. Volvimos a la estación y subimos al tren para el regreso. Después de haber recorrido un gran trecho de camino, la máquina se detuvo junto a un pueblo bastante grande. (Situado tal vez en el grado 47, donde al principio del sueño había visto aquel grueso nudo de la cuerda). En la estación no había nadie esperándome. Bajé del tren y me encontré inmediatamente con los Salesianos. Había allí muchas casas y gran número de habitantes; varias iglesias, escuelas, varios colegios para jovencitos, internados para adultos, artesanos y agricultores y un dispensario de religiosas que se dedicaban a labores diversas. Nuestros misioneros se encargaban al mismo tiempo de los jovencitos y de los adultos. Yo me mezclé entre ellos. Eran muchos, pero yo no los conocía y entre ellos no vi a ninguno de mis primeros hijos. Todos me contemplaban maravillados, como si fuese una persona desconocida y yo les decía: ->>No me conocéis? >>No conocéis a don Bosco? -íOh, don Bosco! Nosotros le conocemos de fama, pero le hemos visto solamente en las fotografías. íEn persona no le conocemos! (**Es16.330**))
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