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((**Es16.325**) viajes hacia países desconocidos para salvar las almas de millones de criaturas que también fueron redimidas por el Hijo de Dios, por Cristo Jesús. Otro dijo: íQué enorme cantidad de idólatras viven fuera de la Iglesia, lejos del conocimiento del Evangelio, solamente en América! Los hombres piensan y los geógrafos se engañan al creer que las Cordilleras de América son como una gran muralla que nos separa de aquella parte del mundo. Y no es así. Aquellas extensísimas cadenas de montañas tienen muchas sinuosidades de mil, y más kilómetros de longitud. en ellas hay selvas inexploradas, bosques, animales, piedras que por otra parte escasean en aquellas latitudes. Carbón mineral, petróleo, cobre, hierro, plata y oro escondidos en aquellas montañas, en el lugar donde ((**It16.386**)) fueron colocados por la mano omnipotente del Creador en beneficio de los hombres. íOh, Cordilleras, Cordilleras, cuán rica es vuestra zona oriental! En aquel momento me sentí presa del deseo de pedir explicaciones sobre muchas cosas y de saber quiénes fuesen aquellas personas allí reunidas y en qué lugar me encontraba. Pero dije para mí: -Antes de hablar es necesario que observe qué clase de gente es ésta. Y dirigí la mirada a mi alrededor y pude comprobar que todos aquellos personajes me eran desconocidos. Ellos entretanto, como si sólo en aquel momento me hubiesen conocido, me invitaron a pasar y me acogieron bondadosamente. Yo pregunte entonces: -Decidme, por favor: >>Estamos en Turín, en Londres, en Madrid o en París? >>Dónde estamos? >>Y vosotros, quiénes sois? >>Con quién tengo el gusto de hablar? Pero todos aquellos señores contestaban de una manera vaga hablando siempre de las misiones. Inmediatamente después se acercó a mí un joven de unos dieciséis años, de amable expresión y de sobrehumana belleza, cuyo cuerpo despedía una luz más radiante que la del sol. Su vestido estaba tejido con celestial hermosura y en la cabeza llevaba un gorro a manera de corona recamado de visísimas piedras preciosas. Mirándome con ojos de bondad, mostró por mí un interés especial. Su sonrisa expresaba un afecto atrayente en extremo. Me llamó por mi nombre, me tomó de la mano y comenzó a hablarme de la Congregación Salesiana. Yo me sentía encantado sólo con escuchar su voz. A cierto punto lo interrumpí diciéndole: ->>Con quién tengo el honor de hablar? Haced el favor de decirme vuestro nombre. Y el joven: -íNo temáis! Hablad con toda confianza, que estáis con un amigo. -Pero >>y vuestro nombre? -Os lo diría si hiciese al caso, pero no hace falta, porque me debéis conocer. Y mientras decía esto, sonreía. Me fijé mejor en aquella fisonomía rodeada de luz. íCuán hermosa era! Entonces reconocí en él al hijo del Conde Luis Fleury Colle, de Tolón, insigne bienhechor de nuestra casa y especialmente de las Misiones de América. Este jovencito había muerto poco tiempo antes. ->>Oh, tú?, exclamé llamándole por su nombre. íLuis! >>Y todos éstos quiénes son? -Son amigos de vuestros Salesianos y yo como amigo vuestro y de los Salesianos, en nombre de Dios, querría daros un poco de trabajo. -Veamos de qué se trata. >>Qué trabajo es ése? (**Es16.325**))
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