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muy sensible e impresionable, y tenía en gran
aprecio a los Salesianos, desde entonces se
entibió completamente con ellos y, al
encontrarlos, no daba ninguna señal de su pasada
benevolencia. Don José Vespignani, ((**It16.381**))
angustiado ante aquel proceder, obtuvo permiso del
superior para ir a visitarle y manifestarle la
aflicción de sus hermanos, y le habló con tal
humildad y cordialidad que le conmovió, pero no
pudo disuadirle de su actitud. Dijo que el gesto
de don Bernardo Vacchina le había herido
personalmente y en su calidad de representante de
la Santa Sede; que se había divulgado para su mal
la noticia y se habían añadido comentarios
inconvenientes para él; que hablando con don Luis
Lasagna sobre el caso, en Montevideo, éste había
defendido al clérigo; que, en verdad, le había
escrito enseguida don Santiago Costamagna, pero
que estos asuntos no eran para ser tratados por
carta; que había que pedir perdón de una forma
educada, y no presentar justificaciones. Don José
Vespignani se marchó con la pena de no haber
conseguido apaciguarlo 1. El error inicial había
estado en no haber aclarado enseguida el incidente
de viva voz y con indudables muestras de atento
respeto a la dignidad del personaje; se sufrían
entonces las consecuencias, la más grave de las
cuales, fue su actitud negativa en el asunto del
Vicariato.
El día siete de agosto llegó a Turín don
Santiago Costamagna para tomar parte en el tercer
Capítulo general. Llevaba una afectuosa carta del
Arzobispo para don Bosco en la que daba gracias a
Dios por haberle enviado a los Salesianos, cuyos
servicios eran tan grandes en las escuelas,
talleres, iglesias y Misiones. Alababa además la
vida edificante y el celo incansable de don
Santiago Costamagna, pedía ayuda de nuevo personal
y rogaba a don Bosco que le escribiese más a
menudo, para que sus cartas le sirvieran de <>. Por último, se expresaba en estos
términos, acerca de una pérdida dolorosa que
habían tenido poco antes las Hijas de María
Auxiliadora: <((**It16.382**)) que
voló al cielo como un ángel en la solemnidad de
san Pedro. Tuvo la dicha de fundar varias casas,
últimamente la de Morón, y de ver terminada y
abierta la casa principal, con el gran Colegio y
la iglesia de María Auxiliadora, bendecida el
siete del pasado junio. Su muerte fue llorada,
porque su vida había sido una verdadera delicia
para todos. Concédanos el Señor un buen número de
santas Vírgenes post eam>>.
1 Carta de don José Vespignani a don Miguel
Rúa, Buenos Aires, 9 de agosto de 1882.
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