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especialmente en favor de los institutos, escuelas
y orfanatos de los Salesianos, me animan a esperar
su socorro.
Mi confianza aumenta al ver que, en estos días,
el Padre Santo ha deliberado establecer la
Jerarquía Eclesiástica en aquellas vastas regiones
como, en su nombre, he tenido el honor de
comunicar a V. E. 1 y como la misma Santa Sede
dará en breve comunicación oficial de todo ello.
El Señor bendiga a V. E. y a toda la República
Argentina, y la paz, la prosperidad y las
bendiciones del cielo descienden abundantemente
sobre sus Estados y sobre todos los habitantes de
esas regiones que la divina Providencia quiso
confiar a sus ((**It16.380**))
diligentes cuidados.
Y mientras le agradezco el gran bien que ha
hecho y hace a nuestros religiosos, con profunda
gratitud me cabe el alto honor de poderme
profesar,
De V. E.
Turín, 31 de octubre de 1883.
Su seguro servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.
No nos consta si el Presidente respondió o no.
En cuanto al representante pontificio, conviene
saber, para comprender su actitud, que entre
monseñor Matera y los Salesianos había surgido una
disensión, y puesto que, quiérase o no, la
historia es maestra de la vida, la expondremos
aquí en resumen.
Necesitaba Monseñor un secretario particular;
puso sus ojos en el clérigo Bernardo Vacchina, lo
pidió a sus superiores y se lo concedieron. Pero,
como éste estaba obligado a acompañar a Su
Excelencia en las recepciones nocturnas, en las
que se daban cita los personajes del gran mundo,
el joven clérigo se sentía tan a disgusto que se
quejaba de ello al Prelado y decía que aquella
vida, llena de peligros, no era para él y que no
se había hecho religioso para frecuentar tales
ambientes. Mas, como no se daba importancia a sus
protestas, acosaba con peticiones y súplicas a los
superiores para que lo librasen. Al ver que los
superiores se encontraban apurados y no se
atrevían a disgustar a monseñor Matera, un buen
día se marchó, sin despedirse siquiera, y se fue a
la casa de Almagro. El Delegado, ofendido, hizo
que el Arzobispo le prohibiese comulgar durante un
mes.
Don Santiago Costamagna pidióle perdón por
escrito; pero no obtuvo respuesta. Ante aquel
silencio, ya fuera porque se creía liquidado el
asunto, ya fuera por miedo, resultó que, después
del hecho, ningún salesiano visitó al Delegado
para felicitarle las Navidades, ni el Año Nuevo,
ni su fiesta onomástica. Monseñor, que era un
hombre
1 Véase vol. XIV, pág. 538.
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