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El periodicucho blasfemo se vengó, a su manera,
del artículo publicado en el Boletín de febrero.
En el número del día once publicó un discurso
arrebatado lleno de maldad contra don Bosco,
difamándole ante los lectores, como embaucador de
personas adineradas, denunciándolo ante el
Gobierno como violador de las leyes y gran enemigo
de la patria 1.
Pero no se conformó don Bosco con lo hecho.
Quería que el grito de Jesús nuestro Dios y
nuestro Rey se repitiera por toda Italia,
especialmente con ocasión de las fiestas de Pascua
y, por eso, había tenido la idea genial de que el
folleto sirviera de papeleta para el cumplimiento
pascual. Era preciso, pues, volverlo a imprimir
dándole otra forma. Antes llevaba el Visto de la
Curia de Génova, por haber sido impreso en
Sampierdarena; ahora, como se necesitaba otra
licencia, se decidió a pedirla a los revisores
turineses para ahorrar tiempo. Se obtuvo con una
artimaña, ya que, por las vías normales, hubiera
((**It16.27**)) sido
imposible 2. El asunto de la papeleta pascual, a
su vez, despertó una gran batahola, cuya
consecuencia fue que el folleto, en la nueva
forma, sólo se pudo enviar fuera de la
archidiócesis, aun cuando también muchos de los
párrocos de ésta lo habían pedido. El infernal
periodicucho aprovechó la ocasión para forjar otro
artículo titulado Don Bosco, el Arzobispo y
Socios; pero es una chapuza tan soez, que no
queremos ensuciar con ella nuestras páginas. Se
había aplastado a la serpiente en la cola.
Don Bosco dio las instrucciones para este
movimiento, pero no vio más que el principio, pues
todo él se desarrolló mientras él viajaba por
Francia. En aquel viaje se había prefijado un fin
bien determinado; mendigar en favor de la iglesia
del Sagrado Corazón en Roma. Harto de las demoras
que se le habían interpuesto, había determinado
dar un vigoroso impulso a las obras. Pero hacía
falta mucho dinero. <>
3.
El buen Padre notaba, es verdad, que sus
fuerzas iban menguando; pero el amor al Papa, que
le había confiado la obra, le estimulaba a actuar
con toda su energía, emprendiendo un viaje tan
pesado. Encontramos la declaración explícita de
todo ello en una carta del día treinta de enero al
Cardenal Vicario:
1 Véase Apéndice, doc. núm. 10.
2 Lemoyne dejó la dramática relación del caso,
que presentamos en el Apéndice (doc. núm. 11).
3 Carta de don Francisco Dalmazzo, Roma, 31 de
enero de 1883.(**Es16.32**))
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