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la Patagonia, los anglicanos trabajaban con todas
sus fuerzas, seduciendo a los colonos.
Don Luis Lasagna y don Miguel Borghino
visitaron juntos al emperador don Pedro II, que
los recibió con suma amabilidad. Se mostraron muy
benévolos la princesa Isabel, heredera del trono y
su marido Gastón de Orleáns, conde de Eu, que
había conocido a don Bosco en París. El presidente
de la provincia también les prometió todo su
apoyo. Satisfecho con estas noticias, daba don
Bosco seis meses después la conferencia a los
Cooperadores de Turín y les contaba con entusiasmo
los primeros pasos dados por los Salesianos
((**It16.369**)) en
Brasil, y prediciendo que serían muy numerosos los
institutos salesianos en aquel inmenso país. Lo
cual se cumplió a la letra. El año 1933 se celebró
el quincuagésimo aniversario del acontecimiento, y
eran ya cincuenta los colegios o residencias de
los Salesianos y cincuenta las obras dirigidas por
las Hijas de María Auxiliadora. Don Bosco previó
más de doscientos centros.
La fama de los agasajos tributados al Santo por
los parisienses, encendió el deseo de tener en
Brasil y en otros Estados americanos a los hijos
de don Bosco. Los periódicos, que también
difundieron el eco por aquellas remotas comarcas,
movieron a altos personajes eclesiásticos y
seglares a pedir que se trasplantase allí su
providencial institución; en consecuencia don Luis
Lasagna ya llevaba entre manos en el mes de
septiembre veinticinco peticiones de esta clase 1.
Era éste un hombre de índole ardorosa y estaba
animado por tal celo que hubiera deseado que don
Bosco le enviase una legión de Salesianos; pero
todos sus esfuerzos se dirigían sobre todo a Sao
Paulo, capital de un vastísimo Estado. Para
atender a las súplicas del obispo monseñor Luis
Deodato Rodríguez de Carvalho, fue él
personalmente, visitó algunos lugares de la ciudad
y de los alrededores y eligió el que le pareció
más oportuno. Lo acompañaban varios admiradores de
las obras salesianas, dispuestos a entregar
inmediatamente el fruto de sus sacrificios y de
sus colectas, con tal de que se empezase
inmediatamente a hacer algo; pero tuvo que rehusar
aquellos ofrecimientos y exhortar a la paciencia y
a la constancia, asegurando que con todo su ardor
haría las diligencias para obtener pronto de don
Bosco los salesianos necesarios.
Un episodio contribuyó en parte a que
escribiera sus ardorosas cartas. Le hicieron ver
desde lo alto de una colina unas chozas y
1 Carta de don Luis Lasagna a don Juan Bautista
Lemoyne, Sao Paulo, 6 de septiembre de 1883.
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