Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es16.307**) Volvió éste a casa, apenas si tuvo tiempo para comunicar la embajada, cuando un coche se paraba a la puerta del Oratorio y se apeaba el Eminentísimo Purpurado, el cual dijo al que corrió a saludarle: -Para ir más de prisa, he venido yo mismo a traer la respuesta a don Bosco. Serían las diez y media de la mañana y se entretuvo con el Siervo de Dios más de una hora. Cuando entró el Cardenal, reinaba el más absoluto silencio en toda la casa; pero, en el intervalo, corrió enseguida una orden y los diversos superiores de las escuelas ((**It16.364**)) y de los talleres llevaron a los muchachos al patio; el maestro de la banda colocó en orden a los músicos, los campaneros subieron al campanario y otros engalanaron con banderas la casa. Al salir el Cardenal de la habitación de don Bosco y asomarse a la galería, estallaron los vítores y aplausos de los muchachos, sonaron los instrumentos de la banda y repicaron las campanas. Rebosaba de alegría ante la sorpresa, al ver cómo en tan poco tiempo se habían hecho tantas cosas y hubiera querido hablar; pero, impedido por el continuo repiquetear de las campanas, se limitó a decir: -Queridísimos hijos, os lo agradezco, os bendigo y me encomiendo a vuestras oraciones. Después visitó la nueva tipografía y los talleres anejos, admirando la nueva maquinaria. A continuación, fue al santuario y se encontró en la sacristía con una numerosa representación de Hijas de María Auxiliadora, llegadas del colegio vecino para saludar a su Pastor. Hizo por último una oración en la iglesia y recibió los aplausos y aclamaciones de mucha gente del pueblo que se había reunido en la plazoleta. Al volver a subir al coche, dijo a don Bosco, que había estado siempre a su lado: -Yo creía darles una sorpresa, y me la han dado a mí. Dios les bendiga, como yo se lo pido de corazón. Fue una verdadera alegría para todos, que se quedaron con el vivo deseo de volver a verle. Era opinión general entre los Salesianos de entonces que, al nombrar el Padre Santo el nuevo Arzobispo de Turín, había hecho recaer la elección precisamente en un Prelado notoriamente amigo de don Bosco. Tenemos una prueba cierta de esta caritativa intención del Papa en las palabras que León XIII dijo a don Bosco en la audiencia de 1884; por otra parte podemos afirmar con toda verdad que la bondad del cardenal Alimonda fue para don Bosco un consuelo providencial en los últimos cuatro años de su vida. Nada mejor que estas (**Es16.307**))
<Anterior: 16. 306><Siguiente: 16. 308>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com