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entonces un libelo anónimo, destinado a conjurar
la situación creada. Se titulaba Clericalismo en
Turín, y estaba dedicado a la Junta Municipal.
Cada renglón rezumaba la rabia masónica. Vertíanse
en él a manos llenas insultos contra la sagrada
persona del Arzobispo; y tampoco se respetaba allí
a don Bosco. En efecto, se llamaba la atención
contra él con este largo párrafo: <>. A su manera, quien así desfogaba
la cólera mostraba menos incomprensión de don
Bosco que otros sectarios.
((**It16.362**)) Hasta
en el teatro resonó el escarnio. El día dieciséis
de noviembre, se representó en el Gerbino un drama
arreglado del francés, que iba contra los
legitimistas 1. Un actor dijo:
-En Italia no hay más que dos legitimistas: el
Papa y don Bosco.
Una voz, desde el patio de butacas, gritó:
-Y el cardenal Alimonda.
Los aplausos estallaron por toda la sala.
Las modalidades de la entrada del Arzobispo
complicaron las cosas. El problema quedaba
reducido a estos términos: si porque entraba en
Turín un príncipe de la Iglesia, que cortésmente
había comunicado al Alcalde y al concejo que
llegaría a las primeras horas de la tarde del día
dieciocho de noviembre, podían ir el primer
Magistrado de la ciudad y la Junta a recibirlo a
la estación. Los tres periódicos más importantes
del liberalismo piamontés, más o menos sectario,
decían que no; el Alcalde, la Junta y el pueblo
contestaban que sí. El Cardenal que se enteró de
esta disensión determinó hacer privadamente su
entrada.
1 Se titulaba I Narbonneire La-Tour.
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