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((**Es16.294**) Muy Reverendo don Miguel Rúa: Su carta me llegó al alma, la leí en seguida a mi querido enfermo, el cual se conmovió; los dos damos las gracias a usted y a nuestro querido don Bosco por cada una de las palabras. Fue una gran satisfacción para mi marido y para mí recibir su bendición y saber cuántas almas puras e inocentes rezan por la curación de mi querido y amado enfermo. Gracias a Dios, aunque lentamente, se advierte sin embargo cada día una mejoría progresiva, pese a las pequeñas crisis, que todavía se presentan, aunque siempre desapareciendo después y volviéndole la esperanza de una completa curación que, como dijo también don Bosco, se obtendrá con paciencia. Agradecemos también los dos las expresivas y apreciadas cartas, que nos escribieron los hijos del Oratorio de don Bosco, los jóvenes estudiantes y aprendices; y mi marido me encarga expresamente, y precisamente en el momento en que le escribo, que ruegue al querido don Bosco continúe sus santas oraciones, en las que tanto confía. El recuerdo de los dos días, que don Bosco y usted, bonísimo don Miguel Rúa, pasaron con nosotros, durará siempre en nuestra alma. Me alegro de que su viaje resultara feliz; no me sorprendo de ello, pues dos almas buenas y santas como ustedes tenían que ir acompañados de un modo especial por sus Angeles Custodios. Y termino, renovando al querido don Bosco y a usted la garantía de nuestra gratitud y sincero afecto, con que de corazón me profeso. Frohsdorf, 29 de julio de 1883. Muy agradecida, MARIA TERESA, Condesa de Chambord Me encarga mi marido un afectuoso y especial saludo de su parte para usted. El secretario Huet du Pavillon escribía el último día de julio al mismo Miguel Rúa en torno a la marcha de la enfermedad: <((**It16.349**)) se ha dejado conmover con tantas buenas oraciones y, particularmente, con las del venerable y santo don Bosco. Tenga la bondad de manifestarle toda nuestra gratitud y tómese también su parte, usted que ruega y sigue rogando todavía con todo fervor para obtener que se cumpla el gran milagro de la curación de nuestro augusto enfermo (...). Esta gracia, como nos dijo su santo Superior, no es personal para Monseñor, sino que interesa mucho a la santa Iglesia, y por consiguiente a la gloria de Dios>>. Como también se deduce de aquí, los legitimistas franceses consideraban las suertes de la Iglesia en Francia estrictamente, por no decir indisolublemente ligadas a las de la monarquía; lo cual hizo que, en la espera, mientras se pronosticaba la caída de la tercera república, no se emplearan todos los medios posibles para la defensa de los intereses (**Es16.294**))
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